El experimento italiano es para ver sin pestañear: un señor, que será muy respetable (por supuesto mucho más que Berlusconi), pero que no ha sido elegido en las urnas, ha pasado a ser el Primer Ministro. Ayer nombró a su gobierno, en el que no hay ni un político. Dicen en Italia que el equipo está conformado por técnicos, como si ser un técnico no fuera una postura política. Y dicen que así estarán año y medio hasta sacar al país del caos en el que se encuentra. Como es más que evidente, esto es tan democrático como el traspaso del poder de Fidel a Raúl Castro. O sea nada. Una chapuza que la aceptamos porque es Europa, pero que si fuera en Africa ya habríamos hecho una de esas demagógicas votaciones del Consejo de Seguridad dela ONU para condenarlos. Pero ¿y si Monti y su equipo sacaran a Italia del caos, para qué votar políticos? ¿Para escuchar a Bossi diciendo tonterías sobre la Padania que nunca existió? ¿Para tener como primer ministro a un verdadero impresentable como Berlusconi, que se burla de todo el país hasta el hartazgo? ¿Para soportar una izquierda cainita que no ha hecho más que sacarse los ojos y robar a manos llenas? Si Monti logra su objetivo, la pregunta que muchos se harán será ¿y para qué queremos políticos y no nos conformamos con gente seria, competente, profesionalmente válida, que resuelva los problemas y no nos maree con debates inútiles que, al fin y al cabo, sólo pretenden manipular a los ciudadanos para que terminen votándoles? Al final, terminaremos creando partidos de charlatanes, de vendedores de crecepelos, y partidos de profesionales. Estos no harán campaña electoral, sólo tendrán una página web y estarán en las papeletas de las mesas electorales. Hasta puede que a estos los elijamos on line. Apliquemos la historia a España. Es para pensarlo dos veces.
