XISCO CRUZ. Nadie fiaba que el Mallorca, tradicionalmente solvente en Son Moix por más que mediaran pistas de atletismo, se desangrara de tal manera en su estadio. Nadie esperaba que, después de hilar derrota tras derrota ante rivales de gran nivel y otros de medio pelo, el equipo se desintegrara ante Osasuna y Getafe. Y, por supuesto, nadie confiaba en encontrarse en esta situación después del acicalado inicio de campeonato. Por eso ahora el mallorquinismo anda atrapado pensando en qué hacer para salir de este laberinto. Las iniciativas del club, de las peñas e incluso del propio vestuario han sido buenas, más o menos acertadas, pero lo evidente es que los triunfos siguen sin llegar.
Hace un buen puñado de temporadas el Mallorca ya se encontró en una situación similar. El club arrojó la toalla y Cúper salió en rueda de prensa pidiendo un descenso “digno”. El grupo se liberó, empezó a ganar partidos, sus rivales bajaron los brazos y la permanencia se gestó en un último partido de ensueño ante el Betis. Es el modelo seguir, por más que nos pese y parezca una postura débil. Espanyol, Osasuna, Celta, Zaragoza… todos han acelerado y han dejado la salvación muy lejos, por lo que ni siquiera a eso se puede agarrar el hincha. Es el momento de callar, preparar una transición efectiva y dejar la empresa de la permanencia en manos de la plantilla y del azar. Es lo único que nos queda.
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