El esperado estudio de Price Waterhouse Coopers sobre la internalización del personal de IB3 ha llegado. Y ya avisé de que no iba a servir para nada excepto para ganar tiempo hasta la proximidad de las elecciones y la jubilación del actual Director General. La internalización no iba a tener lugar, salvo por los falsos autónomos que la Inspección de Trabajo obligó a incorporar a la plantilla.
La principal conclusión del estudio es que el personal externo, que ahora cuesta 11,8 millones de euros al año, pasaría a costar 14,3 millones de euros. Motivo suficiente para dejarlo estar. Aunque en la práctica no es solo ese coste. No se vayan todavía, aún hay más.
El estudio avisa de una necesidad al alza en el número de empleados internos para homogeneizar la comparativa. Se necesitan 35 empleados extra para equiparar las jornadas del personal externo en IB3, con jornada semanal de 35 horas, frente a las 40 horas semanales que hacen los de la contrata externa. Es decir, para hacer las mismas horas que los externos, se necesitarían 35 trabajadores internos más.
Y no solo eso sino que cada persona interna cobraría 5.000 euros más al año que cada empleado externo para hacer lo mismo.
A igual carga de trabajo, internalizar implicaría más personas con más sueldo. Más por lo mismo. Como se dice la sabiduría popular local, para la empresa: “es negoci de na peix frit, … que el venia a quatre i el comprava a sis”. Aunque no para el empleado.
La conversión de persona a persona que ha hecho Price parece ser correcta en número (en coste lo es, ya lo anticipé para el personal de Informativos en un artículo anterior en este diario) pero, una vez implantado el servicio con personal propio vendría la mayor necesidad de puestos de trabajo. Para hacer lo mismo. Ello viene derivado de dos efectos relacionados con todo proceso de incorporación de trabajadores al ámbito público: el “efecto vacantes” y el “efecto funcionarización” que surgen en el tiempo tras internalizar.
¿Qué quieren decir estos dos efectos? El primer efecto tiene que ver con la necesidad de contratar nuevos empleados para cubrir vacaciones, días de libre disposición, enfermedades, bajas, permisos, excedencias y absentismos, algo que corre a cuenta de la subcontrata cuando el servicio está externalizado.
El segundo, tiene que ver con el inevitable descenso de productividad derivada de la relajación que acarrea el paso del tiempo sobre quien se siente seguro en su puesto de trabajo. Ambos efectos son difíciles de ponderar e incluso mencionarlos puede ser incorrecto pero lo cierto es que existen y la plantilla tiende a crecer con el paso del tiempo. Si no, que se lo pregunten a Canal 9 que, en su día, llegó a tener una estructura desmesurada de personal interno.
Y a todo ello hay que añadir un tercer efecto: el “efecto sindical”. Es decir, traspasado un número de trabajadores, los representantes sindicales empiezan a tener mayor presencia y gozan de horas para el desarrollo de sus funciones representativas de trabajadores. Los liberados sindicales necesitan de nuevas incorporaciones o aumento de la jornada de los ya existentes para ser cubiertos.
El estudio sí recoge un cuarto efecto: “el efecto engorde de la estructura central” en el que se advierte, aunque no se cuantifica, de que a más plantilla se necesita más estructura de personal de servicios centrales para dar cobertura a una mayor plantilla.
Cuatro razones que incrementan el coste para hacer lo mismo.
Como dije en un artículo reciente al respecto, se tenía claro que no se iba a internalizar ni siquiera el personal de Informativos a pesar de haberse hecho bandera de ello en la pasada campaña electoral.
Y no se iba a hacer porque iba a ser más caro (mucho más caro) y porque se necesita valentía política. Y para dar un mensaje que no se quiere dar, ¿qué mejor que acudir a una consultora para que lo diga por ti? Aunque cueste un año de trabajo y bastantes miles de euros.
Mientras tanto, sin tener que exponerse por la internalización, Manresa se coloca a unos meses de las elecciones y a un año de los 65, esperando su jubilación dorada en IB3 y como presidente de FORTA. ¿Qué más puede pedir un periodista que retirarse en el medio de comunicación más grande de su Comunidad Autónoma y presidente de la Federación de televisiones autonómicas de España? Qui dies pasa, anys empeny!