Si partimos de la base de que los resultados no son importantes, cual predica el señor Molango, no tenemos por qué preocuparnos por la derrota, ni por el juego del equipo, ni por la siembra del entrenador. El Lugo, con una plantilla sensiblemente peor, volvió a ridiculizar a este Mallorca ahogado en su propia sangre, más pendiente de organizar actos paralelos que no sirven para nada, que de mejorar sus numerosas deficiencias en el terreno de juego. Es muy pronto para sacar conclusiones definitivas, pero si el acto central de la temporada que es el encuentro de cada jornada, ha dejado de revestir trascendencia, lo mejor es que el público se quede en casa en lugar de acudir a Son Moix y ya nos veremos en Segunda B.
Ya he explicado en alguna ocasión antes que se habla y es escribe con un desahogo desmesurado. No llevamos diez jornadas y ya hemos ascendido a Culio a la categoría de capitán general sin haber pasado por la comandancia o nos hemos solazado con una gloriosa defensa que, hasta ayer, sólo había encajado tres goles. Pues bien, la única diferencia entre lo sucedido en el Anxo Carro respecto a los choques de Tenerife o el UCAM Murcia reside en que en ambos lances los delanteros enemigos malograron sus claras situaciones de gol. Lo que entonces no entró, ayer se transformó; pero la actuación defensiva global, puesto que la cobertura no depende solamente de los cuatro jugadores más retrasados, cinco con el portero, fue muy parecida.
¿Y ahora, qué?. Pues nada. A seguir como si la película no fuera con nosotros. Maheta preparando los eventos de la semana, Vázquez mirando al tendido con sus espaldas siempre bien protegidas y las Penyes dispuestas a pelotear al jefecillo de turno. Porque a ver quién es el guapo que le dice al técnico de qué vamos, si el marcador final, según la dogmática visión del club, no importa.