El aeropuerto de Palma es motivo de especial atención en los últimos días. Bien porque se le pretende cambiar el nombre, bien porque se quieren instalar unas líneas de autobuses que han puesto a los taxistas en pie de guerra o bien porque tiene previsto aumentar el número de aterrizajes y despegues cada hora, por decisión unilateral de AENA. Además, Germanwings anuncia que pondrá una base en Palma, la primera en España, creando 75 puestos de trabajo y Air Berlin retrasa su previsto abandono de Palma un año más y salva 800 empleos. El aeropuerto de Palma está de moda. Mallorca está de moda.
Me adhiero a esa popularidad dedicando unas reflexiones a la que es la principal vía de entrada de visitantes, sobre la que no tenemos poder de decisión.
Sobre el cambio de nombre, pienso que hay problemas más importantes a los que dedicar el tiempo y el dinero. Porque tiempo es sinónimo de dinero. Puestos a cambiar nombres, de camino se puede rebautizar el puerto, la plaza de toros, el castillo de Bellver o la Catedral. Si hemos sido capaces de cambiar el nombre de la ciudad de Palma varias veces, cambiar el nombre del aeropuerto parece un tema menor. Personalmente, me gusta el nombre Aeropuerto Ramón Llull. Más que Son Sant Joan, pero si tiene que costar un euro, más allá del tiempo que dedican algunos en pensar, deliberar, defender y plantear el tema, que se quede como está. Se habla de medio millón de euros como coste del cambio. Ni hablar. Ni un euro a un tema secundario en un momento con personas con necesidades básicas no cubiertas.
Respecto a las líneas de autobuses ya me pronuncié recientemente y, aun estando a favor de ellas, estoy casi convencido de que no llegarán a implantarse. Y será por la fuerza, más que por que el Govern acepte las inaceptables peticiones de retirar 600 licencias de taxi a 200.000 euros, es decir, 120 millones de euros. También piden reducción de los coches de alquiler con conductor y control sobre los renta-a-car. Es decir, piden que el Govern elimine competencia. No habrá acuerdo. Tras la primera exhibición de los taxistas, la presión irá aumentando y, si llegan a arrancar los autobuses, no tengo dudas de que no podrán salir del aeropuerto porque se toparán con continuos bloqueos en las vías de salida. Si algo han demostrado los taxistas es su corporativismo y beligerancia. Aunque reitero mi consejo hacia este sector de que el mercado avanza y deben diferenciar su oferta entre los productos sustitutivos actuales y futuros. Solo con huelgas no se vence a la amenaza a la que está sometido el sector del taxi. El apoyo judicial a Uber y BlaBlaCar está a la vuelta de la esquina y ese enemigo no se para con colapsos. Cualquier particular podrá transportar personas de aquí para allá.
Sobre la ampliación del número de operaciones, nos hemos enterado esta semana. Mejor dicho, lo sabemos desde 2001, o los responsables políticos, deberían haberlo sabido puesto que, con el ministro de Fomento, Álvarez Cascos y el ministro de defensa, Federico Trillo, cuyo destino ha acabado vinculándose con aeronaves, a desgracia suya, aprobaron el Plan Director del Aeropuerto de Palma de Mallorca. Desde ese año está publicado en el BOE y, como sabemos, todo lo publicado por esa vía, se da por notificado y conocido públicamente aunque, quienes pretenden reducir la entrada de turistas poniendo límites, se habían olvidado de este “pequeño” detalle. La puerta de entrada se “abre” de par en par y parece que nadie había caído en la cuenta.
Cuando se formuló el Plan Director del Aeropuerto, en base a un modelo econométrico, se preveía para 2015 una llegada de 35 millones de pasajeros. Afortunadamente, se pasaron de frenada. Aun así, están ejecutando la ampliación de operaciones, tal y como habían previsto.
Los controladores aéreos ya están avisados. De 66 entradas y salidas de aviones por hora, se pretende pasar a 88, un 33% más.
El aumento en el volumen de actividades viene motivado por el aumento de la demanda. Más de 13 millones de los visitantes son turistas. Teniendo en cuenta que casi todos los turistas duermen bajo techo, solo hay dos posibilidades: o aumenta, la ya de por sí elevada, ocupación hotelera o se hospedan en otro tipo de alojamientos. Si aumenta la demanda de vuelos hacia las islas y la planta hotelera es la misma, es porque la oferta extrahotelera es superior a la que se estima.
El Govern no pinta nada en las decisiones de AENA, entidad que, por cierto, presenta cifras económicas deslumbrantes con un EBITDA (beneficios antes de intereses, impuestos y amortizaciones) del 60% sobre los ingresos y un beneficio neto de 1.164 millones de euros, un 40% más que el año 2015, motivado, sobre todo por el aumento del tráfico.
La cogestión del aeropuerto se antoja una necesidad de primer orden. La cogestión está muy extendida entre los aeropuertos europeos. Haciendo un símil doméstico, de nada sirve organizar las actividades típicas dentro de una casa cuyas dependencias y superficie son recursos escasos (dar cobijo y comida a los invitados y residentes, distribuirlos por las diferentes estancias, organizar turnos para el baño y la ducha, etc), si es un externo quien está en la puerta dejando entrar a otros y que además, gana más dinero cuanta más gente entra en la casa. Encima se queda todo lo que les cobra por la entrada. Un sinsentido. La política aeroportuaria debería ir alineada con la del territorio y eso se arregla dando voz y voto a las autoridades locales en las deliberaciones de AENA.