Nueva Ley de Educación, ¿sin religión?

En medio de la epidemia de noticias sobre el Coronavirus, que nos tiene a todos en un sin vivir, una vez más nuestros políticos han utilizado la coyuntura para aprobar el proyecto de la nueva ley de educación, (Lomloe: Ley Orgánica de Modificación de la LOE).

La Ministra Isabel Celaá, se ha cargado de un manotazo los programas de mejora del aprendizaje y del rendimiento (PMAR), unos itinerarios que conducen al alumnado con un menor rendimiento, a cursar algunas asignaturas en una modalidad más sencilla.

Es cierto que esta vía solo les permite poder acceder a Formación Profesional, lo cual a nuestra ministra le parece un horror.

¡Como si todo el mundo independientemente de sus capacidades debiera pasar por la universidad!, con los años que nos ha costado reivindicar un FP digno, ahora le volvemos a quitar valor.

Parece que a la Sra. Celaá le parece mucho mejor tener en el país miles de parados universitarios cobrando el salario mínimo interprofesional, totalmente frustrados, pero eso si, universitarios.

Eso sin tener en cuenta que esas personas no abandonen sus carreras a medio camino, o en el primer año y vayan a engordar las colas de los NINIS, por sentir que no sirven para nada.

Habla de “segregación” y que ningún país europeo pone barreras a la enseñanza. Tal vez debería de darse una vueltecita por Suiza y ver como lo hacen allí, si también sus habitantes se sienten “segregados”, cuando derivan a la realización de la formación profesional a los alumnos que no pueden seguir sus expedientes académicos normalmente.

Quizá debería intentar ver el vaso medio lleno en lugar de hablar de “Segregación” y darse cuenta del sufrimiento que genera en los adolescentes que año tras año suspenden varias asignaturas, sin capacidad para acabar los cursos dignamente.

Pero bueno, como este gobierno nos quiere hacer creer que todos somos iguales, ¡ahí va la modificación de la ley y que Dios de suerte!

¡Uihhh!, perdonen, ¿qué Dios?, porque también se han cargado de un plumazo la asignatura de religión y nos encontraremos con escenas como me ocurrió recientemente con una niña de 13 años preguntándome al visitar una Iglesia, que llevaba en la cabeza ese señor de la cruz y quien era la señora que estaba ahí arriba y que era lo que llevaba puesto.

A ellos se ve que la falta de conocimientos religiosos, les parecen normales, pero a mi, queridas lectoras y lectores, ¡llámenme antigua!, me parece una falta de ética impresionante.

Con tanta reforma, después nos echaremos las manos a la cabeza cuando esos “ninis”, se comporten como bárbaros y culparemos a la sociedad consumista en la que nos hayamos sumidos.

En fin, ¡qué les voy a contar!, una barbaridad más de las que ya nos tienen acostumbrados nuestros dirigentes.

Seguiremos dando pan y circo al pueblo, a ver si en una de estas nos quedamos definitivamente sin pan y sin circo.

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