Ayer tuve el inmenso placer de pasar el día en Ciutadella, quizás una de las ciudades más bonitas del mundo, de las que conozco, junto a Palma, Bergen, Lisboa, Granada y obviamente NY.
Para hacer aún mayor el placer, a pesar de la fuerte tramontana, me senté en la terraza del Imperi; no debería explicarlo, pero les diré que es una cafetería con enorme solera en el Born. De esas cafeterías de las que en Palma han ido despareciendo (Miami, Cristal, Moka, Niza…), de esa Palma que ya no existe.
Les decía que sentado en esa terraza del Imperi la vida se ha ralentizado, han bajado la tensión y las pulsaciones y he visto gente relajada, feliz hablando de sus cosas con absoluta tranquilidad.
Lo que pusieron fue de una calidad asombrosa así como el trato, de señor cliente, que se va perdiendo con demasiada frecuencia; la gente que he visto seguro que tenía problemas pero vivía y andaba relajada.
A nadie le parecía preocupar las próximas generales de noviembre ni la moción de censura a Torra, a esa gente lo que le preocupaba era disfrutar de las cosas importantes de la vida, de ser feliz y de no darlo todo por un trabajo o un proyecto en el que ha ido abandonando su salud, su familia, quizás amigos, quizás aficiones. He visto gente con una filosofía de la vida consistente en ser feliz y no basada en la busca de la felicidad.
Esa media hora escasa de lujo ha supuesto una desconexión con la realidad con la que me he encontrado minutos después, una mujer agredida por su pareja, marido o lo que sea, si es cierta la agresión, un canalla sin lugar a dudas, retrasos judiciales, pérdida de un vuelo y un sinfín de cuestiones pendientes.
Algo no funciona en nuestra sociedad, las normas no sirven , el vuelo, antes de despegar nos han ordenado que apagásemos los móviles porque iban a repostar y hemos sido pocos los que lo hemos hecho, no da igual incluso el riesgo no de saltar por los aires nosotros, de hacer saltar por los aires a las sesenta personas que estábamos en el avión, y eso, créanme, no es bueno. Que pasen un buen día.