Disneyland París es el primer destino turístico privado europeo, con más de 320 millones de visitas desde su apertura. Incluye dos parques temáticos, siete hoteles, con una capacidad que supera las 8.000 habitaciones, además del Disney Village, de unos 30.000 metros cuadrados. A esto hay que añadir otros hoteles asociados.
Las obligaciones paternales me han llevado estos últimos días hasta este inmenso centro de la diversión y del negocio, superando mi incomodidad con las aglomeraciones humanas y el ir y venir constantes de personas, la mayoría con sus móviles preparados para fotografiar todo lo que se mueva y hasta lo más inmóvil del parque. Gente de todas las edades, más adolescentes y adultos que niños, sobreexcitados por el azúcar y por la búsqueda de la atracción en la que la cola sea lo menos larga posible.
Solo cuando uno está dentro del parque se da cuenta de la magnitud de este centro de la diversión. Disneyland París supone un 6,2 % de los ingresos de Francia en concepto de turismo, por lo que constituye un potente motor de desarrollo social y económico, dando empleo a 16.000 trabajadores de un centenar de nacionalidades. Trabajadores que, por cierto, están en pie de guerra con la propiedad, reclamando mejoras laborales, entre ellas un aumento de 200 euros netos en sus salarios, pero de los que solo puedo destacar su amabilidad y disponibilidad. Porque no debe ser nada fácil mantener el tipo ante visitantes de todo tipo y educación.
La limpieza y la seguridad son dos aspectos que me han sorprendido gratamente en Disneyland Paris. En eso, podría copiar Palma. Cada pocos metros, uno se encontraba un barrendero recogiendo la suciedad provocada por los visitantes más incívicos, para mantener el parque impoluto. Ojalá las calles de Ciutat estuvieran la mitad de limpias. Ojalá que esto cambie con la llegada del nuevo alcalde. Como también era fácil de encontrarse con una pareja de guardias de seguridad paseando por las diferentes zonas del macrocentro de ocio. En Palma no me acuerdo del tiempo que llevo sin ver una pareja de la policía local en el barrio. Espero que esto también mejore, como ha prometido Jaime Martínez.
Otro de los aspectos del parque, las largas colas para subir a las atracciones, también me llamaron la atención. No porque me resultaran extrañas o inesperadas, uno ya sabe lo que le espera cuando acude a un sitio como éste, pero sí desde el punto de vista de la motivación de la gente para estar más de una hora esperando de pie en una fila para luego disfrutar de la atracción un minuto o minuto y medio, en el mejor de los casos. Porque esa es la proporción media. Así que el cálculo es fácil: pongamos que están ocho horas en el parque, quítenle dos para comer y otras necesidades, y les quedará tiempo para subirse a seis atracciones como mucho. En este sentido, les recomiendo los espectáculos, porque aunque la espera también sea larga, al menos uno luego está media hora sentado en un teatro con aire acondicionado.
Me gusta informarme de dónde voy, por curiosidad y cultura general, así que los días previos buceé un poco por los 30 años de historia de este centro de la diversión y del negocio. Desde que Disneyland París abrió sus puertas en 1992, se han diseñado más de 30.000 trajes en el taller de costura del parque, que cuenta con 40 modelistas, patronistas y costureras. ¡Sólo Mickey y Minnie tienen un armario bien surtido de 450 disfraces!
35.000. Este es el número de árboles plantados en las 2.230 hectáreas del parque, que también cuenta con 450.000 arbustos y más de un millón de flores. Todo ello es mantenido por 130 jardineros que cuidan a diario la vegetación del lugar. Disneyland París también cuenta con 9 profesiones de horticultura, arboricultores, un sistema de riego con 6.000 kilómetros de tuberías único en Europa, 1.500.000 m² de biodiversidad, sin olvidar las plantas de interior que acompañan a los visitantes cada día en los 7 hoteles temáticos y los 10 jardines creativos y mágicos dispuestos frente al Castillo de la Bella Durmiente para el 30º aniversario del Parque.
Solo Disneyland Paris recibe aproximadamente 15 millones de visitantes anuales, tantos como todas las Illes Balears y el turista español es uno de los más numerosos, solo superado por el francés y el británico. Su capacidad máxima diaria es de 82.000 personas -como el campo del Barça lleno, para que se hagan una día-. El último día de mi estancia, uno de los empleados del hotel me mostró la procedencia de los visitantes en el parque esa jornada ante mi curiosidad: casi la mitad de esos 82.000 éramos españoles.