Como buen gallego Fernando Vázquez no dice ni si ni no, sino todo lo contrario. El otro día rebajó la euforia de su jefe directo, Maheta Molango, al especificar que ni ganando quince partidos a partir de ahora se podría hablar de alcanzar aún el play off, en contra de la opinión del consejero delegado que habló de diez, nueve si contabilizamos la victoria del sábado frente al Alcorcón. El técnico se cura en salud consciente de que un milagro le convertiría en dios y recuerda que los fichajes realizados mejoran la plantilla, pero con ellos tampoco se va a ganar todo. Y, obviamente, nadie se lo exige.
Fofo se despidió ayer a través de las redes sociales. Ha sido el símbolo paradigmático del fracaso de la secretaría técnica dirigida por Miguel Angel Nadal, al menos de cara a la galería, cuando haber nacido en Mallorca y no ser amigo de Serra Ferrer computaba como mérito. Cendrós, Truyols, Riera, etc. Sin embargo ya nadie se acuerda de Bustos, Joselu o Javi Ros y este mismo año, el fiasco de Bianchi, Coro, Acuña y ahora, además del ex de la Ponferradina, Moutinho, con galones de estrella de una primera vuelta para olvidar.
En fútbol y en casi todos los deportes es mejor ir partido a partido que marcarse objetivos a largo plazo, sobre todo si son inasumibles. El Mallorca de Claassen ha sido el del engaño, la trampa, el jaleo y la gestualización. La simple huida de tamaña pesadilla ha bastado para que la afición, siempre sumisa, intente despertar. El entrenador, comparado con sus predecesores, es la mismísima reencanación de Helenio Herrera y los nuevos fichajes son Suárez, Messi y Neymar al lado de sus compañeros. Todo por el módico precio de un millón de euros que el alemán, con todo su proyecto a cuestas, no quiso ni pudo invertir el pasado verano.
El terreno parece más firme y propicio para poner los pies en el suelo, pero dejemos los cohetes para más adelante.