Al día siguiente de la votación en el Ajuntament de Manacor, de la moción de censura presentada por PP, PI y AIPC para arrebatar la alcaldía al tripartito de izquierdas compuesto por Més, PSIB y Podem, el vehículo particular de la concejal y portavoz del PI en el consistorio, Catalina Riera, amaneció cubierto de huevos y harina, en lo que constituye a todas luces un ataque personal por motivos políticos.
Hay que reconocer que los ánimos están muy caldeados en la capital del Llevant y que durante el pleno extraordinario que desalojó de la alcaldía al econacionalista Miquel Oliver, se vivieron momentos de mucha tensión, pero la cosa no debiera haber pasado de ahí. Este incidente debiera haber sido condenado por todos los partidos del consistorio, lo que no ha sucedido y es algo muy de lamentar.
No convendría olvidar que a fuerza de elevar la tensión política más allá de lo razonable, ha habido en el pasado episodios muy deplorables, como aquel acaecido en Soller, donde un joven de 20 años, hijo de dos exregidores de PSOE y PSM, incendió el vehículo del alcalde Carlos Simarro, motivo por el cual se enfrenta a una condena de más de 6 años de cárcel.
La confrontación política debe quedarse en ese ámbito y no llevarla a ningún otro. Hay que saber aceptar el juego democrático y saber que a veces se gana y a veces se pierde, y que los pactos no son legítimos cuando los hace uno e ilegítimos cuando los hace el contrario. Eso demuestra un bajísimo talante democrático y luego no es de extrañar que se produzcan hechos como el que ha padecido la regidora del PI. Como no es de extrañar que no haya sido condenado por todos los partidos de Manacor, lo que es muy revelador porque como suele decirse, quien calla otorga.
