Hace un par de semanas el Alto Representante de la Unión Europea decidió viajar a Moscú para dar un impulso a las relaciones con Rusia. Josep Borrell pensó que era oportuno aprovechar la detención del disidente ruso Alexéi Navalni para afear a Putin en su propia casa el déficit de libertades que padece Rusia. Y se lió parda. A Borrell sus socios europeos le dieron hasta en el carnet de identidad.
Ya de vuelta en Bruselas el jefe de la diplomacia europea tuvo que comparecer ante el Parlamento Europeo para dar explicaciones. Borrell es un político con experiencia y extremadamente inteligente, pero no era fácil armar un relato sobre su visita y los motivos del fracaso.
Comenzó en inglés, la lingua franca en Europa aunque sea originaria del único país que se ha largado del club. Pero aquello no arrancaba. Así que a mitad de intervención se disculpó, dijo que para algo estaban los traductores, y continuó en español, que es lengua oficial de la Unión Europea desde 1986. Y entonces apareció Borrell, el verdadero.
Demoledor en los argumentos, irónico, lanzando preguntas al aire que demostraban la hipocresía de algunas críticas, y al final humilde y convincente reconociendo errores, algo extraño en alguien tan brillante que a menudo cae en la arrogancia. En el video de la sesión parlamentaria es curioso observar cómo va cambiando la actitud de buena parte del hemiciclo hacia el orador. Teniendo en cuenta la hostilidad de las primeras intervenciones contra la misión diplomática desarrollada en Moscú, fue sorprendente el aplauso final que se llevó Borrell.
Hoy más que nunca la política es comunicación. No solo comunicación, como cree y practica el Rasputín de Moncloa, pero es en gran parte comunicación. En el ámbito corporativo se dice a menudo que lo que no se comunica no existe, pero a mí me gusta añadir que conviene comunicarlo bien. El inglés de Borrell es infinitamente mejor que el catalán de Iago Negueruela, pero la presidenta Armengol ha decidido nombrar a éste portavoz del Govern.
Yo sé que lo que voy a escribir, como cada vez que uno osa tocar el tema del catalán, me va a traer más golpes que los que se llevó Borrell a la vuelta de Moscú. Pero también sé que lo pienso yo lo piensa mucha más gente que ama el catalán porque es su lengua materna, o al menos lo respetan profundamente porque viven en Baleares, como es mi caso. Que Negueruela ejerza de portavoz del Govern en catalán es un auténtico disparate.
Si el propósito principal de la comunicación de la acción de gobierno en Baleares es que se haga en catalán, no se puede nombrar un portavoz que sufre hablando y hace sufrir escuchando. Si la razón del cambio de portavoz es dar un impulso político al ejecutivo colocando en el puesto más visible al conseller de más peso y más confianza de la presidenta, entonces lo mejor es que aproveche sus cualidades y talentos para hacer llegar a la opinión pública las bondades de la gestión del Govern de manera nítida, exacta, empática y matizada cuando la complejidad de los temas lo requiera.
En su primera rueda de prensa Negueruela se disculpó de antemano por sus errores y prometió ir mejorando. O sea, que en lo que queda de legislatura va a hacer las prácticas en directo. Su contorsionismo expresivo fue un castigo para los oyentes, y también para él cada vez que iniciaba una frase. Se ha alabado su esfuerzo, el mérito, la actitud… y estoy de acuerdo. Pero ese ejercicio de buena voluntad no se puede hacer torturando una lengua cada semana desde la portavocía de la principal institución de Baleares.
A este absurdo hemos llegado. La redactora política más influyente y mejor informada de esta comunidad ha nacido en Navarra. Tiene que escuchar la intervención de Negueruela en un catalán paupérrimo para seguidamente traducir sus palabras al castellano y reflejarlas en el periódico de más difusión de esta comunidad, que se publica también en castellano como el ochenta por ciento de nuestros medios de comunicación.
Esta paradoja es posible porque el Partido Socialista Obrero Español -citemos el nombre completo porque se nos va olvidando el significado de sus siglas- ha asumido ciegamente el postulado nacionalista según el cual la lengua deja de constituir en primer lugar un instrumento para la comunicación entre los individuos, y pasa a entenderse básicamente como un elemento identitario al servicio de su proyecto de construcción nacional.
Comprobadas las dificultades iniciales, Negueruela ha fichado para que le ayude en su nueva etapa como portavoz a un periodista inteligente, que sabe de comunicación política y habla un catalán perfecto. Dada la tarea ingente que le espera, a Rafa Gallego deberían pagarle como a un CEO del IBEX.