TOMÀS IBARZ. El Conseller de Turismo, Carlos Delgado, anuncia una nueva ofensiva de lucha y esfuerzo económico para luchar contra la estacionalización, para intentar mantener vivo el pulso turístico más allá de la temporada alta. El enésimo intento. Este mismo anuncio se habrá hecho unas 50 veces en los últimos 50 años. Y nadie, nunca, ha conseguido nada.
Quizás es hora de empezaar a pensar que hay muy poco que hacer para competir con los destinos tradicionales de invierno. Se han encaminado mil y una medidas que a la hora de la verdad sólo pueden atraer un puñado de visitantes que hagan compañía a nuestros siempre bien valorados pensionistas del Imserso.
Si usted fuera una respetable ciudadano de Bilbao, Colonia, Dresde, Lisboa, Toulouse o Londres, ¿Qué motivos tendría para pasar unos días con su familia en Baleares en enero o febrero?
Si lo que busca es un buen clima y el privilegio de darse un chapuzón en el mar sin salir de Europa, ¿No apostaría por Canarias?
Si lo que quiere es vivir el rigor del frío practicando el deporte rey de la temporada, buscará estaciones de esquí.
Para el turismo cultural -sin menosvalorar en absoluto las propuestas palmesanas- no me negará que la competencia es brutal.
Turismo de compras. Haga usted la lista de propuestas urbanas en toda Europa.
La competencia es muy dura cada año en temporada alta, pero ahí tenemos algunas de las mejores armas. Armas que, sin embargo, se mojan en invierno y nos sacan del mapa.
Y si a todo esto le añadimos la falta de conectividad que causan las programaciones de vuelos de las compañías aéreas, nuestra capacidad de ataer es sólo simbólica.
Entonces, ¿En qué ejemplos mirarse para revertir la situación, más allá de tener algún día el Palacio de Congresos en funcionamiento?
El mejor ejemplo, Guatemala. Vaya llenazo hotelero han tenido esta semana con el anuncio maya -malinterpretado, claro- de la llegada del fin del Mundo. Estos sí que han sido listos.
