Aunque Chopin y George Sand loaran su relación sentimental durante un invierno en Mallorca, Rafa Nadal ha decidido pasarlo fuera. Su preparación para la próxima temporada, que comienza en Dubai y sigue en la gira australiana, la llevará a cabo lejos de su pueblo y de la Isla, una decisión que encaja plenamente en la tradición seguida invariablemente por nuestros mejores deportistas.
Aquí no hay profetas, nadie lo es en su tierra, pero por estos pagos todavía mucho menos. Por poco que saques la cabeza, te la cortan y en los tiempos que corren hay mucho “robespierre”. Pero basta repasar la lista de nuestros mejores deportistas, los de élite, para comprender que, sin una sola excepción, todos tuvieron que mejorar su oficio al otro lado del charco. Jorge Lorenzo, Carlos Moyá, Marga Fullana, Brigitte Yagüe, Melanie Costa, Rudy Fernández y un largo etcétera entendieron que los límites insulares condicionaban su progresión y había que salir fuera en un momento indeterminado pero ineludible para no estancarse en la nada.
No hay referentes institucionales ni, desde hace años, una planificación política deportiva y cuando sucede lo contrario, caso Palma Arena, mejor que jamás hubiera existido. En general los departamentos municipales de deportes, con instalación o sin ella, igual que de los consells insulares o el propio Govern, no sirven más que para hacerse fotos con algunos deportistas, mal gestionar sus polideportivos y acudir a las entregas de trofeos o actos diversos.
No hay que rasgarse las vestiduras por la decisión del ex-número uno del tenis mundial, un semidiós en gran parte del orbe, de alejarse de las cámaras, el ruido y los amigos para concentrarse en su puesta a punto. Algún que otro verano en que no lo hizo, salió mal. Ahora mejor prevenir que curar.