La presidencia del Mallorca sólo ha sido relevante en tanto en cuanto fuera ocupada por uno de los accionistas de la SAD. Bartolomé Beltrán, Guillermo Reynés y Bartomeu Vidal, no tuvieron poder ni funciones directivas al margen del predicamento que tuvieran entre la afición debido a su personalidad, nivel social, implicación y penetración populista. De ahí que la designación de Monti Galmés en sustitución de Utz Claassen, metido entre bambalinas a raíz del fracaso de su gestión, afortunadamente breve aunque no tanto como en el Hannover, no revista le menor trascendencia. Una noticia que, además de esperada, no exige grandes titulares.
La decisión del nuevo relaciones públicas del club, eso si con galones, de no conceder ninguna declaración tras su nombramiento oficial, es coherente con la mínima repercusión ejecutiva de su cargo. Al fin y al cabo no tendrá más voz ni voto que el quieran adjudicarle, salvo que alguno de los propietarios, le ceda su derechos en las reuniones del consejo de administración. Le costará emanciparse del estigma de su relación con el alemán, después de Gabriel Cerdá el dirigente más indeseado por el mallorquinismo, ni aún revindicando otras recomendaciones o, como ha hecho, desvinculándose de la dejación de funciones que ha caracterizado el prólogo de la renuncia de su patrocinador.
Un viejo amigo, ex-jugador y gran mallorquinista, me contó ayer que, después de hablar largo y tendido con Maheta Molango, llegó a la conclusión de que el consejero delegado se ha “bebido” la historia que le han querido contar, lo que explica alguna de sus decisiones o, mejor dicho, indecisiones. Seguramente no concede importancia a muchos detalles. Sin embargo, la tienen. Y para muestra, el presente botón.