Un apeadero para el hospital de Inca

Este fin de semana se ha interrumpido el servicio de trenes entre Inca y Manacor y entre Inca y Sa Pobla con motivo de la construcción del nuevo apeadero para el hospital de Inca.

En principio, se trata de una buena noticia. Hace mucho tiempo que diversos colectivos ciudadanos solicitaban un apeadero que acercase el tren al hospital. Yo mismo, desde esta humilde columna, escribí hace unos años a favor de dicha construcción.

De hecho, era difícil de entender como dos proyectos que prácticamente coincidieron en el tiempo, la construcción del hospital y el alargamiento del ferrocarril desde Inca hasta Manacor y Sa Pobla y dado que las vías del tren pasan a apenas doscientos metros de la clínica, cómo no se había previsto desde el principio. La respuesta se encuentra, con toda probabilidad, en la falta de coordinación entre ministerios distintos, cada uno de ellos con sus procesos separados y absoluta ignorancia el uno del otro. La tendencia al autismo de los distintos departamentos de la administración pública española es bien conocida y no solo no mejora con el tiempo, sino que parece que se acentúa cada vez más.

Bien está que con quince años de retraso se proceda a subsanar esta anomalía, pero la ubicación no parece la más idónea, aunque quizás sea la única posible. El apeadero se sitúa entre los campos deportivos que se encuentran a ambos lados de las vías del tren una vez que han salvado la carretera Palma-Alcudia. Desde ahí, hay una caminata de más de medio quilómetro hasta el hospital, por un andurrial que ahora mismo no está urbanizado y es peligroso. Existe un proyecto de vía cívica que acondicionará todo el trayecto y permitirá el acceso peatonal al hospital.

Pero no deja de ser un camino de más de medio quilómetro a la intemperie, con frío en invierno, agua cuando llueva, calor en verano y cruzando dos veces la carretera (aunque hay pasos de peatones señalizados, no deja de tener su peligro). Lamento decir que preveo un éxito muy limitado en el uso del apeadero por parte del personal del hospital, así como de los pacientes de consultas externas y de los visitantes.

Ha habido propuestas de organizaciones cívicas y algún partido político de ubicar el apeadero un par de cientos más adelante, justo delante del edificio del hospital y construir una pasarela aérea cubierta que salve la distancia por encima de la carretera de Sineu. Sería sin duda un poco más caro, pero permitiría un acceso cómodo y directo y, seguro, tendría muchos más usuarios entre el personal y los pacientes y visitantes del hospital.

Pero esta solución requeriría del movimiento y reubicación de unas líneas de alta tensión y supongo que aquí hemos topado con la todopoderosa Endesa. Es bien sabido el poder omnímodo del que gozan las empresas energéticas en nuestro país, entre otras cosas porque son el retiro dorado de muchos de nuestros políticos cuando abandonan la primera línea del servicio público.

Así pues, bienvenido sea el nuevo apeadero, pero me temo que será más útil para los vecinos de la zona, que ya no tendrán que desplazarse hasta la estación para coger el tren, que para los trabajadores y usuarios del hospital.

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