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Todos fuera del fútbol

martes 02 de diciembre de 2014, 19:07h

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El Atlético de Madrid ha anunciado la expulsión del Frente Atlético. El grupo ultra del Atlético de Madrid, al que pertenecen buena parte de los energúmenos que se batieron a golpes con los seguidores del Deportivo, no volverá a entrar al Vicente Calderón. Es la noticia destacada en todos los medios de comunicación.

Ha tenido que producirse una muerte. Hemos tenido que ver todos los imágenes de la batalla campal. El mundo entero ha tenido que ver como lo echaban al río con aún un halo de vida y con el bazo reventado a golpes. Bien por el Atlético. Bien, pero tarde.

Dejando al margen por un momento si la policía falló al no enterarse de la "quedada" asesina, o de si la Federación Española de Fútbol debió suspender ese y todos los partidos de la jornada, toca fijar el objetivo en los clubes de fútbol que o alientan o consienten convivir con los grupos ultras.

Ha muerto el aficionado del Deportivo pero hace década y media murió también Aitor Zabaleta, el seguidor de la Real Sociedad, también a manos de los ultras del Atlético de Madrid. En aquella ocasión, más allá de las condenas públicas y los lamentos, no hubo nada más.

Ahora sí. Ahora la propiedad del club colchonero sabrá cómo las gastan sus ultras. Ahora los tendrán en contra y enfrente. Como los tuvo Joan Laporta cuando expulsó del Camp Nou a los Boixos Nois (le amenazaron de muerte, a él y a su familia).

En Inglaterra, el problema de los hooligans se resolvió legislando. Una legislación que castigaba tanto al infractor, al delincuente, como al club que le cobijase. Se acabó la connivencia.

Aquí hay que tomar nota de la referencia inglesa, que para algo inventaron este deporte. Y por algo empezaron antes a sufrir el problema de la violencia en el fútbol. A sufrirlo y a solucionarlo.

Si a los gamberros, a los violentos, a los que tienen hambre asesina, les quitas el paraguas del fútbol, pierden la coartada y en muchos casos la razón de ser como colectivo. Uno a uno son unos cobardes.

En Palma, recientemente, hubo un conato de altercado entre seguidores del Real Mallorca y del Atlétic Balears. Destrozos en un local y poco más. Menos mal. Sin embargo, nadie tomó nota. Es cierto que los aficionados más extremistas del Mallorca o del Balears son almas cándidas al lado de según qué bandas del crimen. No están creados para la delincuencia ni es su objetivo. Sin embargo, una marabunta, una cervecita de más, un ambiente caldeado y un arbitraje injusto, pueden tener consecuencias no previsibles.

Aquí entran o deben entrar los clubes. El Mallorca, el Balears. Aunque sea muy cómodo tener un grupo dócil de animación, habrá que buscar otros tipos de colaboración que no pasen por ponérselo todo tan y tan fácil: un local para guardar las banderas y las pancartas, unas puertas exclusivas de acceso para entrar gratis al campo con controles policiales más tibios, y todo tipo de atenciones. Podría decirse que están comprados. Pasa en todos los clubes.

Quizás va siendo hora de hacer un "reset" y rediseñar el tipo de relación entre unos y otros. No parece que tras lo sucedido en Madrid este fin de semana, en el Real Mallorca nadie haya reparado en la necesidad de cambiar las reglas del juego. Tienen la cabeza ocupada en hacerse daño unos a otros en la planta noble.