Todo incluido

El sistema de alojamiento ‘todo incluido’ tiene mala prensa porque no parece bueno para ningún destino turístico español, pero convendría aplicarlo al marketing y publicidad de esas compañías aéreas que se mantienen en el sistema de low cost o bajo coste, término tan equívoco como peligroso. Un juzgado acaba de decirle a Ryanair que eso de que el pasajero se imprima su tarjeta de embarque o que pague 40 euros del ala es ilegal. Imprimir una tarjeta en casa implica tener una impresora. Esto empieza a aclararse, porque el usuario de una de estas compañías -incluida alguna que intenta eludir la consideración de bajo coste-, cuando hace la reserva por Internet no tiene seguridad de que el precio que aparece en pantalla y paga con tarjeta coincida con el que tenga que pagar en el aeropuerto si quiere subir al avión. Ahí sigue el problema del equipaje. La publicidad de una compañía aérea y el contrato comercial que se concreta entre aerolínea y pasajero a través de un portal de Internet tienen que ser diáfanos, trasparentes, exactos. Ninguna duda sobre el billete electrónico, la titularidad de la tarjeta, el número de bultos de equipaje y otros condicionamientos. El billete que una compañía ponga a la venta y alguien lo compre debe de tener la información suficiente, clara y comprensible para que el pasajero sepa a qué atenerse y compre con todo incluido. Lo que no se puede permitir es que algunas compañías sigan engañando al personal con el señuelo de precios baratos sobre el papel.

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