Cuántas veces desde 1979 hemos tatareado la canción The Wall del grupo musical Pink Floyd sin saber que su compositor y vocalista, Roger Waters, pretendía mostrar su obsesión con la guerra y las desgracias que conlleva, entre ellas la muerte de su padre. Aunque sí hemos asociado su título con el muro de Berlín, para la opinión pública occidental llamado muro de la vergüenza, y para la parte de la República Democrática Alemana (RDA) denominado Muro de Protección Antifascista.
Se erigió en 1961 como línea divisoria entre las dos zonas para impedir la emigración masiva que marcó a la Alemania del Este y al bloque comunista; y también simbolizó la diferencia entre dos culturas. Los 115 km de frontera protegida por valla metálica, cables de alarma, alambre de púas, trincheras, bunkers y más de 300 torres de vigilancia; dejó un centenar de muertos y millones de ciudadanos prisioneros mirando al cielo.
Después de 28 años, la caída del muro significó la esperanza por un futuro libre y mejor. Fue precisamente el mismo grupo musical, que en 1990 organizó el macro concierto: “The Wall Live in Berlin” para conmemorar el final de la división de las dos alemanias, en la simbólica plaza de Potsdamer Platz que estuvo en “tierra de nadie” en los 45 km que dividían la que en 1991 sería capital, Berlín, gracias a la unificación. En la actualidad, el mayor tramo de muro que se conserva mide 1’3 km y es una gran galería de arte al aire libre repleta de graffitis de artistas de todas las partes del mundo. La East Side Gallery, es considerada una de las mejores atracciones turísticas de Alemania.
Una de las noticias internacionales de esta semana es la que informa que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pretende incrementar en 2.000 km la división física de los 1.100 km que ya existe en México. La frontera se vuelve un muro: desestabilidad, amenazas, persecución, enfrentamientos, desorden, restricciones, insultos…
THE WALL, THE WALL, THE WALL, THE WALL, THE WALL, THE WALL…
No se trata de un problema migratorio masivo ya que en estos momentos salen más mexicanos de Estados Unidos que los que entran. Es un símbolo, una estrategia, una cuestión sobre las relaciones futuras para frenar la inversión hacia el país vecino, una amenaza fiscal para las empresas que busquen abaratar costes en México, un reequilibrio de la balanza comercial que actualmente es favorable para los mexicanos. Parece ser que la apertura de las conversaciones se instala en un mal ambiente de quien no está por la labor y se ha encomendado a “San Patrás” por no aprender de los errores cometidos por otros. Es una lacra en el siglo XXI y como dice la canción mencionada anteriormente: “No fue más que otro ladrillo en el muro”.