El Mallorca y el Osasuna, como el Valladolid o el Zaragoza, juegan contra su historia, más reciente en unos que en otros, y su ansiedad. Se ven obligados a luchar por recuperar capítulos más acordes con su sello y tradición y ninguno es capaz de imponer su solera frente a contendientes menos lustrosos como el Leganés, el Alcorcón, el Lugo o el Mirandés, por citar a unos pocos. A día de hoy, la realidad es muy diferente. Navarros y aragoneses se citan en posiciones de play off sin mostrar más virtudes que los demás, mientras los del Pisuerga se aprestan a cerrar una temporada que se resiste a los de Vázquez, empeñados en dar emoción a una recta final en la que ha de prevalecer su exigua ventaja sobre equipos peores: Huesca, Albacete, Llagostera y Athletic.
Son Moix ha sido el escenario donde se ha representado el mismo guión por protagonistas diferentes. Locales y visitantes se han repartido los papeles al cincuenta por ciento: han marcado un gol cada, han dispuesto de una oportunidad más en cada portería, uno ha dominado en la primera parte y el otro en la segunda. Ambos ha introducido cambios ofensivos conscientes de que las tablas no eran satisfactorias. Si acaso mejor resultado para los de casa en función de las derrotas de sus perseguidores, salvo el Almería que ha salido del descenso tras ganar contundentemente en Ponferrada, un quinto candidato a Segunda B.
Nadie puede sentirse orgulloso del partido, disputado aunque no competido, de este fin de semana en Palma. Ningún equipo mereció la derrota pero lo más grave es que tampoco se hizo acreedor a la victoria. Un choque digno de la categoría, que encontró en unas gradas semi vacías la respuesta a una oferta de nulo interés. La mejor noticia es que falta una jornada menos para que baje el telón y aunque la tormenta no ha amainado, tampoco amenaza el menor estrago.