En el final de legislatura se visualiza de forma clara el vencimiento de la encomienda de poder ciudadana. La delegación de la soberanía popular es por un plazo temporal limitado, para la realización de unos determinados cometidos, para la consecución de unos explícitos objetivos.
Dentro de 48 horas, expresada la voluntad del pueblo y con la consulta finalizada, quedará dibujado el nuevo escenario. La renovación completa del poder legislativo, dictada a la luz de las urnas, estará en disposición de plantear una nueva propuesta de gobierno que se presenta como abierta y compleja.
La libre expresión de la voluntad popular es un poderoso instrumento que no deja indiferente a ningún ámbito, sector ni estructura. Las reglas del juego son claras y ellos lo saben. Las inquietudes y las incertidumbres que acompañan al dictamen de las urnas refuerzan la autoestima del ciudadano y recuerdan, a los poderosos, su condición de humanos. En este espacio temporal se manifiestan con toda su crudeza las debilidades e inconsistencias de los ámbitos de poder ante el verdadero y soberano veredicto del pueblo como conjunto; se expresan con todas las caras posibles del miedo.
En estos cuatro años se ha vivido bajo los efectos de una profunda crisis económica, social y de confianza. Los ciudadanos han tomado la calle de forma cuasi permanente. Las tecnologías de la comunicación han revolucionado el acceso a la información y las redes sociales han redefinido la forma de comunicarse las personas y las organizaciones. Fuerzas emergentes han adquirido protagonismo y aspiran a canalizar las nuevas inquietudes ciudadanas.
Llegado este punto, solo el pueblo tiene la palabra. Nadie sabe con certeza que nos deparará este último lunes de mayo pero se intuye que a muchos les va a cambiar la vida. Se percibe una apuesta ciudadana meditada, fruto de una profunda reflexión personal; es la consulta de las actitudes, de las aptitudes y de los sueños.
Nada va a ser como antes. Esta sociedad continuará empujando, desde el primer día, a sus representantes hacia la participación, la renovación, la transparencia y al impulso de unos poderes públicos competentes, solventes y comprometidos. El nuevo escenario por encima de siglas, colores y personas ha intensificado sus exigencias a los representantes del pueblo en todos los ámbitos de su actuación.
Y su majestad el pueblo tiene la palabra y va a dictar sentencia. Pero ya ha decidido que de la nueva resolución popular tiene que surgir una sociedad más fuerte, más vertebrada, más sensible, más humana, más justa, de la que el lunes solo será el primer día… de la nueva era, en la que la forma de gobernar y ser gobernados será radicalmente distinta.