Reconozco que lo que más me preocupa, o de lo que más me preocupa, al escribir esta humilde columna semanal es resultar cansino o reiterativo hasta aburrir a las personas osadas que leen estas líneas. He intentado en las últimas semanas no escribir sobre el Almirante Hila, o solo alguna mención rápida, pero no me deja olvidarme de él.
El pasado domingo, el Almirante Hila escribió un relato de ficción, no sé si de ciencia o de ignorancia ficción, que tituló 'La Palma que ve'. Habla de futuro y de ficción. Nada coincide con la realidad. Puro humo. Ni una sola referencia de la ciudad que lleva presidiendo cuatro años y dos más como primer teniente de alcalde. Nada. Como si la ciudad no fuese con él.
Tolo Güell, añorado líder vecinal de la verdadera Palma, de esa Ciudad en la que se vivía de maravilla, se definía como “ciutadà de fora portes”. Yo me he apropiado de la definición del añorado Tolo; de hecho, viví más de la mitad de mi vida a escasos cien metros del Bar Güell, lugar que representaba a los antiguos casinos en casi todos sus sentidos.
Desde fuera de las puertas de la muralla de Palma veo un espectáculo desolador; la peor imagen de Palma desde que tengo uso de razón, y sobrepaso holgadamente la cincuentena. Ningún alcalde, desde los que puedo recitar de memoria, ha sido tan nocivo para Palma como el Almirante Hila; y digo ninguno, ni siquiera Noguera, que puso empeño en ello.
La lectura de la columna del domingo lo único que hizo fue corroborarme que el Alcalde no conoce la Ciudad que preside, o, si la conoce, la ignora. La ciudad está sucia, tiene plagas de ratas. Siguen sin resolverse los problemas históricos que han crecido al albur de gobiernos anteriores, los barrios abandonados hasta el punto de que en alguno se instala una piscina en zona pública; tenemos vertederos en la ciudad y contaminamos el mar como no lo hemos hecho nunca, pero, eso sí, se puede ir en patinete por encima de la acera. Tiene conflictos en la EMT, en la Policía, y en cualquier lugar donde su gobierno gestiona. Es una Ciudad triste.
Hila nos ha abandonado a nuestra suerte. Ha permanecido escondido mientras los ciudadanos de Palma vivíamos la peor pesadilla imaginable en forma de enfermedad, nunca recibimos su aliento ni su ánimo, como los londinenses sentían a Churchill durante el blitz. Admiro a una persona, Rudolph Giuliani, no por su labor como abogado principal del Presidente Trump, sino por su gestión como alcalde de NY.
El 11S se personó en la zona cero de inmediato y se puso al mando de las operaciones. Se dirigió a sus conciudadanos y estos se sintieron confortados por su líder en el peor momento; en el momento de la infamia, ahí estaba Giuliani, ahí estaba su Alcalde. Hila, legítimo alcalde de Palma, debería rogar a los cronistas de la Ciudad que fueran benévolos con él y que, de ser preciso, ni siquiera le citen. El Almirante puede circular por los barrios en el más absoluto anonimato.
Se atribuye a la editora del Washington Post durante el Watergate, que finalizó con la dimisión del Presidente Nixon, Katherine Graham, la frase que dice: “Los periódicos de hoy son la primera copia de los borradores de la historia”. Ya puede hacerse a la idea de cómo va a ser tratado por la historia.
Los palmesanos de fuera de las murallas, imagino que los de murallas adentro también, no esperamos grandes cosas. Los comerciantes solo esperan que el Ayuntamiento no les cree en estos momentos más dificultades de las que existen. El comercio tradicional se cierra con demasiada habitualidad. Queremos que se pueda circular por las calles sin que nos roben el reloj. Que las calles estén limpias y que Palma se entienda como una parte urbana y otra rural, y que todos los ciudadanos somos hijos de Dios y que tenemos derechos. Que los palmesanos no se sientan peor tratados por ser de Palma que los que vienen de fuera y disfrutan de mayor atención por la administración local.
La lista es larga y podría ser infinita. Tenemos demasiadas carencias debido a que se malgasta el dinero que se recauda de esos ciudadanos desatendidos. Es el peor momento para proponer inventos. Aseguremos las industrias que nos quedan, lleguemos a puerto seguro y reflexionemos el modelo de ciudad que queremos, pues la propuesta del Almirante no ofrecía ninguna.
Saludable y sostenible, ese era el leit motiv del escrito del Almirante Hila. Ni una palabra de las colas del hambre y del esfuerzo que hacen muchas ONGs y su voluntariado, de lo mal que lo están pasando demasiadas familias de la antes rica Palma, ninguna palabra concreta de medio ambiente, de seguridad ciudadana o de ayuda a los comerciantes del centro y de los barrios. Nada se decía de nuestros mayores ni de la pérdida de derechos. De cultura menos podía hablar quien se enorgullece de su ignorancia, tampoco de deporte. Nada de inversiones, salvo el tranvía que no veremos. Era todo de una irrealidad y bisoñez exasperante.
Ya que se lanzó a escribir a sus ciudadanos, a dar la cara, podría haber hecho una breve referencia a los dos años anteriores. Desde luego no esperábamos que fuera Churchill, ni Giuliani, ni Almeida, pero que, al menos, supiera la Ciudad en la que vive. Palma no necesita discursos vacuos que podría escribir un niño de ocho años. Lo planteado es pueril, irreal y del país de las maravillas. La Ciudad necesita un líder que tire del carro y, evidentemente, y como dice mi amigo empresario de cabecera, Hila no es nuestro Kennedy.
La Palma que quiere Hila no es la que quiero yo, pero yo solo me representó a mí mismo mientras que el Alcalde tiene unos miles de votos que profundamente respeto. Tenemos el alcalde que nos merecemos o queremos como ciudad, pues es la opción democráticamente elegida. Esa es la grandeza del sistema. Esta y que dentro de dos años hay elecciones municipales para elegir a nuestro Kennedy.