“La vida siempre va acompañada de la muerte. Una corrida de toros es una proclamación de la vida sobre la muerte”. Son palabras de Juan Medina, aficionado taurino y profesor de Teoría Económica en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Extremadura. Probablemente la persona que más estudios económicos ha realizado en defensa de los toros.
Sus investigaciones sobre los beneficios que generan las ferias han servido para demostrar, por ejemplo, que una semana de espectáculos taurinos pueden suponer hasta seis millones de euros para una ciudad a través de la venta de entradas, los gastos en hostelería y transporte, comercio o proveedores, entre otros. En los pocos casos donde existe alguna ayuda pública la rentabilidad de la subvención es más alta que en cualquier otra actividad que se subvencione. De hecho es el espectáculo que genera, de media, mayor recaudación por función.
Cuando los antitaurinos critican el dinero público que cuestan las corridas de toros lo hacen con unas cifras sin contrastar, sin datos fiables y objetivos, por lo que es importante conocer lo que aporta la Fiesta teniendo en cuenta los propios datos que ellos manejan, como sucede cuando exponen que la tauromaquia solo interesa al 37% de la población. Eso son 17 millones y medio de españoles. Cualquier sector que tuviese un mercado potencial de 17 millones y medio de consumidores estaría encantado, sin embargo, los antitaurinos lo utilizan a su favor.
Es verdad que los taurinos no hemos sabido transmitir los valores y las excelencias de la Fiesta. Ni rebatir falsos argumentos carentes de lógica o sentido por parte de los llamados “animalistas”, que les llevan incluso a propuestas esperpénticas como la anunciada “ley de toros a la balear”. Que ni es ley, ni es de toros, ni es balear, atendiendo a la ideología separatista pancatalanista de los partidos que la han anunciado con el objetivo político, y nada “animalista”, de acabar con una manifestación cultural de primer orden por el mero hecho de ser común a todos los españoles.
El acoso que actualmente sufre la tauromaquia y los aficionados taurinos es debido a una irresponsable y manipulada acción política que cala en una sociedad moldeada cada vez más carente de sólidos principios y valores humanos. La tauromaquia es auténtica. Conmueve. Y en una sociedad bastante cobarde que ha apartado la muerte de sus vidas los toros molestan, chocan con la dictadura de la superficialidad que supone lo políticamente correcto. Frente a la banalización de los gustos culturales los toros no son moldeables, ni simples, ni falsos. Son auténticos. Y acarrean emociones insoportables para quienes viven en un gris y cómodo relativismo social donde no se respeta la opinión diferente aunque esté mejor fundamentada.
Y es que los argumentos económicos no son los únicos que se pueden alegar para defender la tauromaquia, siendo estos importantísimos por la riqueza y empleo que genera. Aficionados, y no aficionados, no debemos tener miedo a la intolerancia prohibicionista ni complejo alguno a decir sí a los toros, porque nos asiste, no sólo la ley, sino poderosos argumentos:
Digamos sí a los toros con argumentos ecológicos, porque garantizan el mantenimiento de la biodiversidad en un ecosistema único como es la dehesa, promoviendo un desarrollo rural sostenible.
Sí a los toros con argumentos animalistas, porque sin la tauromaquia el toro de lidia, raza única en el mundo resultante del desarrollo y selección practicada por el hombre, desaparecerá por ser económicamente inviable su calidad de vida. La más alta conocida en la crianza de un animal doméstico.
Sí a los toros con argumentos culturales, porque en un mundo cada vez más globalizado los toros aportan diversidad cultural y un arte único.
Sí a los toros con argumentos éticos, porque la tauromaquia enseña valores como la valentía frente al miedo o al dolor, el propio significado de la lucha entre la vida y la muerte, el respeto al contrario, la superación, la inteligencia para resolver y entender al toro bravo durante la lidia.
Sí a los toros con argumentos democráticos, porque un Estado democrático de Derecho no puede vulnerar las sentencias de los más altos tribunales que protegen la tauromaquia como arte y cultura, carente de tortura y maltrato, al que los ciudadanos tenemos el derecho de acceder haciendo uso de nuestra libertad.
En la apertura de una nueva temporada taurina mallorquina el próximo 11 de junio, en Inca, yo diré sí a los toros, acompañado de mis hijos, por nuestra libertad.