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Servicio Nacional de Salud

martes 25 de abril de 2017, 03:00h

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La semana pasada, con mi familia, estuve de viaje por Catalunya, por las tierras del Ebro. Paisajes extraordinarios, pueblos colgados sobre cerros y farallones que conservan su trazado medieval, castillos de los templarios y de los hospitalarios de Jerusalén, iglesias románicas y góticas, impresionantes restos de trincheras y refugios de la batalla del Ebro, algún pueblo en ruinas, arrasado por las artillería y la aviación de los facciosos, que ha quedado como testigo de la barbarie y la infamia de la guerra, el delta con los campos de arroz aun secos, pero no exento de belleza, pinturas rupestres de estilo levantino en refugios en las paredes calcáreas de la sierra de Godall, buena comida, aceite de oliva superior, vinos excelentes, bosques de ribera y el río, el Ebro, omnipresente, que une, vertebra y vincula el territorio.

Como en todos los viajes por España, más vale prevenir, llevamos la tarjeta sanitaria y siempre incluyo en mi equipaje algunas de mis recetas del sistema de salud, por si fueren necesarias. No suele pasar, pero esta vez necesitamos de una, debido a que habíamos calculado mal la cantidad de uno de nuestros medicamentos de uso crónico. Rellené la receta, acudí a una farmacia provisto de la tarjeta sanitaria y empezó el problema. Cuando en la farmacia, siguiendo las
instrucciones del programa oficial que tienen en su ordenador, introdujeron los datos, se encontraron con que el sistema rechazaba la solicitud.

Según el programa, debían introducir uno de los numerosos y variados números que constan en la tarjeta del Sistema Balear de Salut, de la que, por cierto, la imagen que salía en pantalla era del formato anterior, no del actual con fotografía. El número debía tener 11 dígitos, pero no aceptaba el único de tal longitud existente en la tarjeta. Después de diversas consultas telefónicas con departamentos administrativos del Servei Català de Salut, parece que la causa era un error informático en el programa, debido a instrucciones confusas del ministerio.

En otras ocasiones nos hemos encontrado con que en algunas comunidades autónomas simplemente no aceptan recetas de otros sistemas de salud autonómicos, o, peor aun, no proporcionan determinados procedimientos diagnósticos o terapéuticos a ciudadanos de otras comunidades, de no tratarse de urgencias vitales.

La descentralización de las competencias sanitarias es una buena medida, coherente con la organización del estado en comunidades autónomas, pero debe haber una necesaria armonización en el catálogo básico de prestaciones, en el diseño de las tarjetas sanitarias y de las recetas médicas, que garantice un acceso efectivo y sencillo a los servicios sanitarios por parte de todos los ciudadanos en todo el territorio español, de lo contrario se crean graves disfunciones que hacen que muchas personas empiecen a pensar que era mejor el antiguo sistema único centralizado. No es ciertamente mi opinión, pero, en ocasiones, las políticas discordantes de las distintas comunidades entre sí y del ministerio con todas ellas, me llevan a pensar que quizás exista el interés de que se extienda este estado de opinión para provocar una recentralización del sistema, de lo que ya llevamos algún tiempo teniendo indicios sobrados por parte de los gobiernos del Partido Popular.

Es responsabilidad del Consejo Interterritorial solucionar todos estos desarreglos y evitar a los ciudadanos todos los inconvenientes que conllevan. Menos mal que el resto del viaje nos compensó de sobra de este pequeño percance, con una sola excepción, la visión del horripilante mamotreto, al que llaman monumento, erigido en su momento en Tortosa en medio del río, en honor de Franco y de la victoria en la batalla del Ebro y en la guerra civil. Bodrio espantoso que los ciudadanos tortosinos hace unos meses rechazaron derribar en una consulta convocada por un alcalde y un gobierno municipal apocados y timoratos que no han sabido, ni querido, librar a su ciudad de un homenaje al criminal régimen franquista. Algo parecido a lo que ocurre aquí en Palma, donde otro alcalde medroso y pusilánime no derriba la mole ignominiosa de La Faixina que, digan lo que digan, también fue levantada como homenaje y exaltación a Franco y su régimen.
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