Segunda traición de España a los saharauis

A finales de 1975 se produjo una de las acciones más vergonzosas e infames de la España contemporánea. El régimen franquista, que agonizaba junto a su tirano creador, vendió ignominiosamente a unos ciudadanos españoles, los saharauis, a otro tirano, el rey Hassan II de Marruecos, abandonando a toda prisa el territorio del Sáhara español, que así se llamaba el Sáhara occidental, español, dejándolo bajo la bota de Marruecos, incumpliendo sus deberes como potencia colonial administradora de pilotar un proceso de descolonización bajo la tutela de la ONU.

Pero lo que hizo España fue rehuir sus obligaciones como metrópoli y transferir la administración del territorio, mediante un cobarde y seguramente ilegal acuerdo tripartito, a Marruecos y Mauritania, que no tardó en desentenderse del mismo y dejó a Rabat vía libre para ocupar la totalidad de la provincia española.

Porque el Sáhara Occidental era una provincia española. Los saharauis tenían DNI español, de color sepia en lugar del habitual, pero DNI español al fin y al cabo, y también tenían representantes en las Cortes franquistas. Y la provincia tenía todas las delegaciones provinciales de la administración, como cualquier otra; incluso tenía un parador nacional.

Los saharauis habían vehiculizado sus deseos de autodeterminación mayoritariamente a través del Frente Polisario, y la inmensa mayoría manifestaban su deseo de ser independientes mediante la celebración de un referéndum y rechazaban las pretensiones anexionistas de Marruecos, pero no tenían sentimientos de odio hacia España. Al contrario, esperaban poder colaborar con nosotros después de la independencia, para mutuo beneficio de ambas partes, con la explotación del fosfato de Bucraa y del rico banco pesquero de sus aguas territoriales como principales bazas para su progreso económico.

Yo hice el servicio militar en el Sáhara en 1975, el último año de administración efectiva española. Como ya había acabado la carrera de Medicina, pasé todo el año haciendo de médico para la población militar, civil, o ambas, según cada momento. Tuve la oportunidad de conocer gran parte de la zona norte del territorio, la conocida como Saguia al Hamra (Río Rojo), nombre del río intermitente, un 'wadi', que recorre de este a oeste toda la zona, pasa al lado de El Aaiún, la capital, que si el río fuera permanente se diría que está a su orilla, y termina, o desemboca, en el Atlántico. Y también tuve la oportunidad de conocer a muchos saharauis de toda clase social, desde profesionales formados en España, hasta nómadas y seminómadas del desierto profundo, y algunos de los que conocí eran miembros, y muchos otros eran simpatizantes, del Frente Polisario.

Entre marzo y mayo de 1975 estuve destinado en Guelta Zemmur, una localidad fronteriza con Mauritania, como médico de la población civil y del destacamento de la policía territorial. En mayo fui testigo de la visita de la delegación de la ONU, que recorrió el territorio entrevistándose con representantes de la población saharaui, y pude ver el apoyo sin fisuras de los saharauis a la independencia. De hecho, el informe de la misión publicado en octubre manifestaba que habían encontrado una abrumadora mayoría en favor de la autodeterminación y prácticamente ningún apoyo a la anexión a Marruecos o a Mauritania, y proponían la celebración de un referéndum para la descolonización del territorio.

Desde finales de julio estuve destinado en Mahbes, un puesto cercano a las fronteras de Marruecos y Argelia, como soldado médico agregado desde Sanidad a la Agrupación de Tropas Nómadas. Un mes antes, en junio, se había producido un incidente con un destacamento del ejército marroquí, que fue hecho prisionero cuando intentaba ocupar el puesto, que creían abandonado por el ejército español. También se había producido con anterioridad el secuestro de una de las patrullas de tropas nómadas por parte del Frente Polisario, que tenía su base de operaciones en el cercano territorio argelino. Como consecuencia de todo ello se decidió retirar a las tropas nómadas y su sustitución por una compañía de la Legión.

En Mahbes asistí, en octubre, al intercambio que tuvo lugar entre España y el Frente Polisario, que liberó a un industrial canario y a un soldado médico, compañero mío que me había sustituido en Guelta y fue secuestrado (podría haber sido yo), así como entregó el cadáver de un soldado español muerto en una escaramuza. España, por su parte, liberó a unos cuantos prisioneros polisarios.

A este intercambio, en octubre, le siguió enseguida la evacuación de la base y de otras cercanas, debido al anuncio del rey Hassan II del inicio de la Marcha Verde, en la que envió, sin la más mínima vergüenza, a miles de civiles de la más humilde condición a caminar por los terrenos desérticos del sur de país a fin de llegar hasta el territorio del Sáhara y ocuparlo, movimiento que patrocinó como respuesta al informe de la ONU que recomendaba un referéndum de autodeterminación.

Este movimiento del tirano marroquí aprovechando la debilidad española por la agonía de nuestro propio tirano provocó el inicio inmediato de la retirada española. Yo no sé qué, ni cómo, ni cuándo, ni dónde se negoció, pero estoy seguro de que para finales de octubre ya se había cocinado el acuerdo tripartito por el que España hizo vergonzosa y deshonrosa dejación de sus responsabilidades como potencia administradora del territorio, y traicionó y vendió a los saharauis.

A principios de noviembre llegamos a Smara, donde ya había comenzado la preparación de la evacuación. Mientras tanto, el ejército había preparado una línea defensiva, supuestamente para impedir la entrada de la Marcha Verde, unos kilómetros tierra adentro del territorio. Un paripé. La cosa estaba clara: los civiles marroquíes desarrapados entrarían en territorio español, pero no llegarían hasta la línea defensiva. Es exactamente lo que pasó, y todos contentos. Hassan II pudo decir que la marcha había llegado al Sáhara y España pudo decir que no habían pasado la línea defensiva y que se habían retirado. El engaño se había consumado.

Llegué a El Aaiún con el último convoy de Smara el 19 de noviembre por la tarde, y el 20 por la mañana nos despertamos con la noticia de la muerte de Franco. Al cabo de unos pocos días, al atardecer, estaba con algunos compañeros médicos, con los que me había reencontrado después de meses de estar desperdigados por el territorio, sentados en la terraza delantera del hospital, denominado Sala Avanzada, que se encontraba en la carretera de salida hacia el norte, cuando vimos pasar delante de nuestros ojos el primer convoy de funcionarios civiles y militares marroquíes que venían a empezar el traspaso de la administración. El abandono vergonzante con nocturnidad y alevosía de una provincia española había empezado, y con ella la primera traición al pueblo saharaui.

Desde entonces, la ONU ha seguido considerando que la descolonización del Sáhara Occidental debía realizarse con un referéndum, a lo que Marruecos ha venido negándose sistemáticamente, pero España sí ha defendido durante estos 46 años la fórmula de las Naciones Unidas.

Durante 46 años y hasta ahora. Pedro Sánchez y el PSOE han decidido volver a ceder al chantaje de un tirano marroquí, en este caso el hijo de Hassán II, Mohamed VI, que ha utilizado la amenaza, cumplida de vez en cuando, de lanzar a miles de migrantes subsaharianos contra las vallas de Ceuta y Melilla, para provocar un caos migratorio en las dos ciudades. La utilización infame, abyecta, de civiles desesperados, con absoluto desprecio de los derechos humanos, por parte de los sátrapas alauíes parece ser una táctica familiar que pasa de padres a hijos. Y la cobardía y sumisión genuflexa de los gobernantes españoles ante ello también parece trascender las décadas y los regímenes políticos.

Nuestro dilecto presidente del Gobierno ha consumado la segunda traición a los saharauis, admitiendo la solución propuesta por Marruecos de una autonomía para el Sáhara, que vaya usted a saber que entiende Mohamed VI por autonomía, lo que implica reconocer la soberanía marroquí sobre el territorio. Ahora ya hemos traicionado y abandonado definitivamente a los saharauis, que eran ciudadanos españoles y que ahora han de elegir entere ser súbditos de un tirano, o ciudadanos de una república no reconocida y casi sin territorio, condenados a vivir en campamentos de refugiados en Tinduf y en movilización bélica permanente.

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