La temporada del centenario del RCD Mallorca, aquella en que el primer equipo debía regresar a la primera división del fútbol español, su lugar natural, el sitio que le corresponde por trayectoria, por historia y por presupuesto, ha terminado de forma agónica con una salvación in extremis en la última jornada de la competición en el estadio José Zorrilla y ante el Valladolid. Un auténtico milagro que deja aún más en evidencia a un equipo, algunos de sus dirigentes y futbolistas que hasta hace 6 semanas aún se atrevían a hablar de que no renunciaban a nada y que se peleaba por el ascenso ¡Menudo ascenso!
El equipo bermellón se ha salvado de chiripa, aunque el desastre sobrevoló durante casi toda la primera parte donde el equipo estuvo descendido. Una vez más el RCD Mallorca ha hecho honor a su idiosincrasia, haciendo sufrir inmisericorde a los 700 aficionados que viajaron hasta Valladolid y también a los seguidores mallorquinistas que han padecido hasta el último minuto.
Nada hay que celebrar porque pese a que el equipo puede respirar tranquilo al haber salvado la categoría y con el filial el segunda B, no cabe duda de que el proyecto mallorquinista debe ser renovado en su integridad y encarar un proyecto deportivo solvente, a salvo de improvisaciones y del racaneo futbolístico del que ha hecho gala esta temporada de pesadilla. Muchos son los que deben irse de inmediato aunque lo ideal sería que pidiesen perdón por el mal causado al Club, aunque la afición se conformará con perderles de vista para siempre. La propiedad tiene mucho trabajo por hacer, porque lo que ha sucedido esta temporada no puede volver a repetirse. La afición y el Club no merecen algo así.
