Poca coherencia tiene el título, que espero alcanzarla a lo largo de lo que a continuación les contaré. José Antonio Griñán es un político de toda la vida, del PSOE para más señas. Quizás no haya tenido otro oficio, como tantos de ellos. Tiene una carrera política impresionante. Ha sido diputado a Cortes, consejero, ministro, presidente de la Comunidad Autónoma Andaluza, una carrera de relumbrón que termina con una mancha, mejor dicho, un lamparón.
El caso de los ERE en la España contemporánea no es un caso menor. Se defraudaron más de 770 millones de euros, y dicho dinero fue sustraído a sus beneficiarios, que eran parados de larga duración, y se dedicaron a inversiones como el consumo de cocaína a mares, la asistencia con mucha frecuencia a clubs de carretera, o sea prostitución, y demás lindezas. A todas aquellas cosas que sus conmilitones condenan, especialmente en cuestiones de la mujer. Parece que es feminismo de boquilla lo que defiende el PSOE. Jesús dijo: "Por sus hechos les conoceréis". Visto lo visto, ya les conocemos.
El señor Griñan aparece en la cúspide o ápice de la pirámide de esa banda que despistó ese pastón para fiestas y otras cosas, imagino. Si solo fuese en fiestas, la Reina del Sur tendría que haber hecho horas extras para atender la demanda. Seguramente algo llegó a la saca del partido para financiar campañas de ayuda a los desempleados de larga duración. ¡Qué ironía! Campañas con el dinero robado a los receptores de la campaña.
De toda esta historia no podemos olvidar un dato, y es que el señor Griñan fue presidente del PSOE (en su centenario, 1979, decían cien años de honradez y firmeza); me parto la caja de risa. Treinta años después, de la honradez y firmeza, 2009, se convertía en presidente de la Junta de Andalucía y pasaba a liderar la banda, y solo cuatro años después ascendía y era purpurado como presidente del PSOE, ese partido que dice que eso de los ERE es el pasado. Verán que no he citado a Filesa y Malesa. Me temo que no es así.
Tras unos breves antecedentes, se da la circunstancia de que todos los condenados por los ERE han ingresado en prisión excepto uno, el señor Griñan, que para ello ha alegado el padecimiento de un cáncer de próstata y la imposibilidad de seguir el tratamiento ad hoc estando en prisión.
Personalmente, me parece razón más que suficiente para que quien ha defraudado como nunca se ha hecho en España no ingrese en prisión; no es decente enviar a prisión a un condenado sabiendo que está enfermo y que, por ese motivo, no podrá ser tratado con un tratamiento adecuado; ni él, ningún ciudadano en situación similar.
Si se pone como excusa que se ordenó el ingreso del señor Zaplana, víctima de una leucemia, mal hecho; no debería haber ingresado hasta su curación. Del mismo modo, pienso que nadie debe fallecer en prisión. Ese último capítulo el reo lo debe pasar rodeado de su familia, de su gente; creo en el sentido humanitario de las leyes. Los enfermos terminales, en mi humilde opinión, deben ser excarcelados para que tengan una buena muerte, un buen traspaso, hayan hecho el mal que hayan hecho. Esa generosidad y humanidad diferencian a la sociedad del preso.
Después de toda esta reflexión, le pediría al señor Griñan que, a buen seguro, ve la vida de otra manera por la gravedad de su enfermedad, que recapitule y piense en la cantidad de enfermos como él que podrían haber sido tratados, y esperemos que curados. Con 778 millones de euros se pueden hacer muchas cosas y, desde luego, ninguna de ellas son a las que me refiero. Es el dinero que él y sus subordinados defraudaron, o por qué no decirlo, saquearon o robaron a los más pobres. Griñán fue un Robín Hood sui generis: robaba a los pobres para disfrute de los ricos.
El premier Sanchez ganó la moción de censura, por una parte, por la sentencia del caso Gurtel, en la que el PP no salía bien parado, y por la traición del PNV. El presidente Rajoy, con buen olfato político, le preguntó a Sánchez si dimitiría cuando se publicase la sentencia de los ERE; Sánchez ha hecho caso omiso, y ha soltado lastre. Pese que lidera un partido corrupto, no ha asumido, ni asumirá, ninguna responsabilidad. Él está por encima del bien y el mal.
Pero, además, considero que debemos demostrar los ciudadanos a nuestros gobernantes que no somos como ellos, que preferimos la humanidad y el bien de las personas al rédito electoral y al cortoplacismo. Para ser buen político, primero hay que ser buena persona.
Me temo que no abundan en la clase política buenas personas, pues la ambición lo mancha todo; la moqueta tiene un poder adictivo insoportable; todos los ministros piensan que ellos deberían presidir el Consejo al estar mejor preparados y mejor dotados que el que lo preside. Por eso, cuando pasa algo atípico en el mundo político, y en otros aspectos de la vida, para localizar al responsable hay que pensar de forma inmediata a quién beneficia el suceso.
Para finalizar, como saben, Mallorca está en fiestas; hoy, la Mallorca rural, la part forana, celebra su Patrón por antonomasia, Sant Antoni, y el viernes, la Mallorca más urbana, Palma, celebra Sant Sebastià. Días de fiesta y fuego, además con gastronomía propia. Parte de la matanza se come en estos días, así como otros productos típicos. Días de celebración y oficio solemne que finalizan con la bendición de los animales y en los que, como fruto del tiempo, a la puesta del sol empieza a helar, con el ruego a Sant Antoni de que no eche a perder la cosecha. Dicho esto, felicidades a los Tonis i Antonias, y, en primer lugar, a mi hijo.