Es pertinente y adecuado extrapolar el concepto de trastorno de la personalidad múltiple al actual Gobierno de España, también llamado por un socialista ilustre, ya fallecido, Alfredo Pérez Rubalcaba, el 'gobierno Frankenstein'. De entrada veamos cuáles son los criterios diagnósticos que utiliza la CIE 10, de la OMS. La CIE 10 define el trastorno de la personalidad múltiple como un trastorno raro.
El hecho esencial es la existencia aparente de dos o más personalidades distintas (Sánchez e Iglesias) en el mismo individuo (Gobierno) y el que cada vez se manifiesta sólo una de ellas (por ahora parece que manda Sánchez). Cada personalidad es completa, con sus propios recuerdos, comportamiento y preferencias (una cosa es el Psoe-Sanchez y otra es Pudimos-Iglesias).
En la forma común de dos personalidades, una personalidad domina pero nunca una tiene acceso a los recuerdos de la otra y casi siempre cada una ignora la existencia de la otra. De lo último no hay duda. El cambio de identidades y la ausencia de consciencia del propio comportamiento en las otras identidades hacen a menudo caótica la vida de una persona o gobierno con este trastorno. El pronóstico es malo y es altamente refractario a la terapéutica. Al tratarse de piezas mal ubicadas lo que se busca en los tratamientos es ir acomodando y reconociendo poco a poco cada una de ellas para que así la finalidad sea formar una imagen completa.
El tratamiento consta de tres fases de acuerdo, con datos de la Journal of Trauma and Dissociation, pero hay que resaltar las tareas de la confrontación, superación e integración de recuerdos traumáticos, y la integración y rehabilitación de la persona o gobierno (no todos los pacientes ni partidos políticos desean la integración, ni se puede obligar a la integración).
Pero la cosa se complica más todavía cuando este gobierno tiene un cordón umbilical con partidos democráticos de diferente identidad y disociados totalmente del proyecto común.
Como su fin no es la integración, el escenario se presenta muy complicado. El estrés cívico está servido, y la conflictividad y los malentendidos sociales, también. Les sugiero que desarrollen una habilidad que nunca hay que perder en la vida, la capacidad de sorpresa y la curiosidad. Ambas estimulan nuestra neuroplasticidad y nos hacen adaptarnos a la dura realidad que tenemos, nos guste o no, que consumir.
Bien, para no amargarse la vida, es clave la aceptación de lo que uno no puede cambiar y mantenerse como observador de lo que acontece. No hace falta ser un consumidor compulsivo de Netflix, ya que no hay serie en la ficción que iguale las incidencias y ocurrencias con las que nos obsequia el Gobierno de Personalidad Múltiple, que, a la sazón, lidera Sánchez.
Entre las ministras hay que situar en la Galería de Tontas Contemporáneas a la ministra de ¡Educacion!, a la simpar Celaá, que se situó en el número 1 'hit parade' de la estupidez politiquera cuando, tras sesuda reflexión, discurrió la frase que le situará para la posteridad en el olimpo de la necedad absoluta. La soltó sin ningún tipo de arrobo o turbación, bajo la mirada atenta del Gran Gurú, que es el alter ego del presidente: “Los hijos no son de los padres”.
La polémica estaba creada, y con la amplificación mediática consiguiente se había creado otro debate, poniéndose en circulación los mantras recurrentes, que desviaron el foco sobre la figura del fiscal general del estado, ex ministra del gobierno. La frasecita en cuestión no era original de la peculiar ministra, ya que había sido dicha anteriormente por algunos personajes históricos, de dudosa trayectoria democrática.
Todavía me estoy imaginando la cara de estupor y de catatonia de los maestros de primaria de la ministra cuando le preguntaron, por supuesto en euskera, quiénes eran sus padres, y ella, probablemente, contestó: “El PNV, señor maestro”. Claro que esto no es más que una fabulación mía que seguramente no ocurrió.
Cuídense, sigan sin ver la prescindible televisión, abstinencia total de tertulianos, dosis homeopáticas de amistades empreñadoras, cuiden su intestino, que es el espejo del cerebro, y hagan ayuno intermitente: les irá bien para construir una sana resiliencia, que nos va a hacer mucha falta.
Y ya saben en aun, aquí y ahora que estamos en derrota transitoria, pero nunca en doma.