La brasileña Río de Janeiro despidió este domingo a los Juegos Olímpicos, cita que albergó en los últimos 15 días, con una Ceremonia de Clausura donde volvió a apostar por el color y sus tradiciones, dando el relevo a la japonesa Tokio, que ya ofreció un viso de lo que pretende para 2020.
El tiempo no quiso acompañar en el último coletazo festivo de la primera cita olímpica de la historia en Sudamérica, aunque al menos dio una pequeña 'tregua' para el temporal que se había desatado horas antes y que incluso provocó un corte de energía en los momentos previos al inicio de la Clausura, que ඐnalmente no afectó al estadio de Maracaná, que vivió la siempre amarga despedida a la llama olímpica.
Fue una despedida sobria y sin demasiada espectacularidad, esta casi reservada más para el relevo a la capital japonesa, que ya dejó muestras de lo que pretende hacer dentro de cuatro años, como precursores de la vanguardia y tecnología.
Desde el principio, la Clausura apostó por mostrar lo mejor de la cultura brasileña, con el color, las tradiciones y su icónica música, que siempre acompañó el ඐnal de los Juegos.
Al ritmo de la samba y el frevo, salieron los atletas, que al contrario que en la Inauguración del viernes 5 de agosto, lo hicieron al principio y de una forma menos protocolaria. Y es que de la multitudinaria bienvenida se pasó a una mucho más reducida despedida más desordenada.
La bandera española estuvo enarbolada en este adiós por su atleta con más participaciones, el marchador Jesús Ángel García Bragado, que estuvo acompañado por algunos de los medallistas en la cita como la nadadora Mireia Belmonte, ausente en la Inauguración, el piragüista Marcus Cooper, o las chicas de la gimnasia rítmica, que pese a haber competido horas antes no se quisieron perder la ceremonia.