Hasta los primeros balbuceos de la década de los ochenta los informadores deportivos que nos desplazábamos como enviados especiales de nuestros medios con los equipos que viajaban a la Península, acompañábamos a la expedición como uno más del grupo, sino sufragados por los propios clubs a quienes interesaba cubrir un cupo de viajeros para obtener descuentos en el precio de los billetes. Está claro que por aquel entonces no existía la reducción por residentes ni regía otra compañía que no fuera Iberia o su filial Aviaco. El Mallorca en concreto y también el Atlético Baleares, el Poblense y el Constancia, que militaron un año en la misma categoría, nos cedían incluso un asiento en su autocar y una habitación en su hotel.
Con buen criterio, Antonio Oviedo terminó con aquella insana costumbre en cuanto se sentó en el banquillo bermellón. Resultaba tan incómodo para los jugadores como para los periodistas compartir un vehículo en el que las malas críticas no eran especialmente bien recibidas y en ocasiones el ambiente se podía cortar con un cuchillo o algo peor. Más de una vez se produjeron enfrentamientos serios entre unos y otros, así que Miquel Contestí atendió las razones de su técnico y desde entonces tuvimos que buscarnos la vida por nuestra cuenta o, mejor dicho, de nuestras empresas.
Hoy la televisión permitiría prescindir, sobre todo a la prensa escrita, de su presencia en estadios forasteros. De hecho la tecnología dota al cronista de ángulos y perspectivas imposibles en el campo. Aún así, han vuelto las malas costumbres. Parece que al menos un club se hace cargo del viaje con sus jugadores de, al menos, un corresponsal. El hecho, contrastado, no solo podría herir las susceptibilidades de la competencia, sino que nos devuelve al viejo interrogante: ¿qué imparcialidad e independencia aplica el comentarista en sus opiniones?. Es evidente que, puntualmente, traiciona al equipo o a la afición. Lo peor, y eso ya es cuenta propia, es que seguramente lo hace con un contrato y un sueldo de poca monta. Lo dijo José María García hace unos días en Salamanca: “la profesión periodística está mal pagada”, para añadir después: “hoy día ya no se hacen entrevistas, sino felaciones”.
¡Esto es Segunda B, señores!