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Rajoy y Sánchez, impecables

viernes 22 de septiembre de 2017, 08:00h

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En horas difíciles es cuando mejor puede juzgarse la talla de un político. Llevo años despotricando contra la desesperante pasividad de Mariano Rajoy en todo cuanto concierne a la búsqueda de una solución al problema catalán, que colea desde el inicio de la centuria y que arrastra una letanía más que centenaria. Pensaba -y sigo pensando- que en el PP ha llegado la hora de una renovación generacional que dé paso a líderes como Soraya Sáenz de Santamaría, Cristina Cifuentes o Alberto Núñez Feijoo.

He criticado asimismo los múltiples posicionamientos huecos de Pedro Sánchez, de quien llegué a pensar que era un verdadero cadáver político.

Me produce dolor de vientre comprobar cómo, en la España del siglo XXI, hay todavía tantos reductos de incomprensión hacia realidades diversas de la relativa paridad del universo castellano, sobre la que se asienta una falsa concepción uniforme de la nación. La simplificación centralista en nuestro país es ciertamente más un problema de mentes antes que de leyes.

Sin embargo, ante la más importante crisis institucional desde nuestra guerra civil, confieso que Rajoy y Sánchez me están sorprendiendo gratamente.

Obviamente, el peso de la situación lo sobrelleva el presidente del Gobierno, pero no podemos obviar que el apoyo claro del Partido Socialista está resultando clave para demostrar que detrás de la palabra España -que muchos pretenden arteramente comparar con un circo- hay un estado potente que no se deja intimidar por una minoría sediciosa dispuesta a vulnerar el marco jurídico y a llevar el conflicto hasta límites que creíamos imposibles hace solo unas semanas.

La templanza, la mesura y la firmeza con que el Gobierno está consiguiendo lidiar esta terrible y diabólica situación reivindica y justifica el liderazgo de Rajoy, consolida a Sánchez y confirma ante su electorado a Albert Rivera.

Para el primero, este episodio pudiera ser un digno colofón a su carrera política, sobre todo si tras el 1 de octubre se abre una vía de diálogo franca con todas las partes en búsqueda de una solución estable para la estructura territorial del estado. Para Sánchez es un indudable aval frente a la ciudadanía, que a buen seguro premiará la claridad de los socialistas -con las consabidas excepciones que aquí padecemos- en la defensa del Estado de Derecho y de la soberanía nacional, tal como vienen definidos en nuestra Constitución.

No es hora de buscar divisiones ni fisuras, ya llegará el tiempo de la batalla electoral y de que los dos partidos españoles más representativos -y todos los demás- se tiren los trastos a la cabeza en legítima lid para regir las instituciones .

Hoy, la democracia española, que tantas vidas y sacrificios costó, está en serio jaque por culpa de quienes pretenden que confundamos la imposición de sus miserables intereses y ambiciones, escondidos tras las banderas, con los legítimos anhelos de muchos de sus conciudadanos y con la prevalencia de la soberanía popular que, por supuesto, nos niegan a los demás. Tarde o temprano no dudo que ocuparán el lugar que merecen en la historia.

De momento, y ojalá no me desmientan, Rajoy y Sánchez, impecables.



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