Sea cual sea el final, la temporada del Mallorca merece el más rotundo suspenso tanto para los jugadores y técnicos, como por supuesto y por encima de todo, su junta directiva que si se ha mostrado incapaz desde su aterrizaje en enero del 2016, su falta de experiencia para manejarse sobre aguas turbulentas roza la ingenuidad. Mientras los equipos en situación paralela han tirado de lógica y han convencido a sus futbolistas más expertos para que tiraran del carro, –Pedro Rios y Alfaro en el Córdoba, Uche en el Almería, Pelegrín en el Elche, etc- Sergi ha encomendado la suerte suprema a hombres de la talla de Pleguezuelo, Saúl, Alex Vallejo, Zdjelar o Angeliño que, permitan la expresión, acaban de debutar en el fútbol profesional y en circunstancias muy adversas. Un tremendo error no haber logrado implicar a los elementos de mayor peso dentro del vestuario.
En términos meramente aritméticos se puede valorar a Barjuan por encima de Olaizola y Fernando Vázquez, no obstante si además del resultado valoramos la manera de obtenerlo, análisis obligatorio para cualquier profesional que se precie, el empate a uno con el Córdoba y el uno a cero sobre el Elche en el minuto 93, han podido precipitar antes las imperante depresión.
En la friolera de 15 de los 40 partidos disputados, el Mallorca no ha sido capaz de marcar un gol y en otros 19 subió solo uno al marcador. Dejarse llevar por el engañoso triunfo en el feudo del Sevilla Atlético o el sumado frente al Almería, indica que el marcador de ambos encuentros ha pesado más que el estudio en las decisiones de un entrenador que parece conocer mejor a los contrarios que a su propio plantel. La delantera bermellona ha sido como local la peor de la categoría, junto a la del Numancia y fuera de casa hasta el Mirandés presenta una artillería más eficaz. Y es un honor indeseable llegar al último párrafo de la competición como peor equipo visitante, en compañía de los burgaleses, andaluces y alfareros.
Los méritos acumulados para descender son incontestables. Y basar el milagro en el tropiezo de los demás, muy triste. ¿Quo vadis, Mallorca?