La ONU, con todos sus organismos y agencias tiene una especial relevancia a la hora de elegir los grandes temas que formarán parte de los debates colectivos internacionales. Pues, goza de un indudable prestigio tanto por las motivaciones de su fundación, es decir, la consecución y mantenimiento de la paz; como por sus objetivos declarados, tales como la protección de los derechos humanos, la distribución de alimentos en caso de necesidad, la defensa del derecho internacional, etc.
Sin embargo, para su funcionamiento, y con el paso del tiempo, ha pasado a convertirse en un mastodóntico ente burocratizado con vida propia que, en buena medida, permanece al margen de cualquier tipo de control democrático. De esta forma, la mezcla de elevado prestigio y falta de transparencia y control (rendición de cuentas) es un terreno abonado para aquellos que pretendan influir en visiones sesgadas, y en ocasiones mal intencionadas, de la realidad internacional.
En un mundo en el cual la opinión pública importa, es esencial, que ésta se pueda configurar con datos objetivos y veraces. O, dicho de otra manera, en el siglo XXI las batallas y las guerras se libran principalmente dirigiendo la poderosa arma de la desinformación. Y si esta se reviste de la autoridad que confiere el prestigio antes citado puede causar daños evidentes.
En este sentido, estos días nos hemos enterado que la agencia de la ONU para el apoyo a los refugiados palestinos, UNRWA tiene 2.135 de sus trabajadores (un 17% de su plantilla) que son colaboradores de las organizaciones terroristas Hamás y Yihad Islámica Palestina. La denuncia, presentada al público en la embajada de Israel en España, llega a establecer que 15 de esos trabajadores participaron en la masacre del 7 de octubre, asegurando, a su vez, que 485 más son miembros de los brazos militares de esas organizaciones. Desgraciadamente, los grandes medios de comunicación no han prestado la más mínima atención a ese grave hecho.
La burocracia se traduce invariablemente en el “mandato de nadie” en el sentido que nadie se hace responsable de las decisiones que producen los organismos sometidos a ella. Por ello, es factible que el informe israelí sea solo la punta del iceberg de lo que pueda estar pasando en los distintos organismos de la, hasta ahora, prestigiosa institución internacional.
Por ello, soy de la opinión que las democracias occidentales tienen una especial responsabilidad en el funcionamiento de la ONU, pues la UNRWA es tan solo una de tantas de sus agencias. De hecho, creo que al igual que los distintos partidos políticos conforman opiniones diferentes sobre el funcionamiento de las instituciones del Estado (Gobierno, CCAA, municipios, etc.), también lo deberían hacer sobre los principales organismos internacionales, pues éstos cada vez tienen mayor importancia a la hora de configurar la poderosa opinión pública.
La Organización Médica de Salud tuvo, y sigue teniendo, un especial protagonismo en nuestras vidas. Es la ONU quien determina la necesidad de evitar un incremento de las temperaturas en grados centígrados, con múltiples consecuencias en nuestro día a día. Es la ONU quien define una buena parte de la forma feminismo de enfrentamiento actual, alejándose del feminismo liberal. La ONU es también la plataforma empleada para crear nuevas identidades que generan derechos y deberes diferentes, rompiendo el principio de isonomía. En definitiva, es la ONU quien dedica una importante parte de sus recursos a crear opinión sobre muchos de los temas que más nos influyen.
A medida que los Estados Unidos va perdiendo posiciones en el concierto mundial, tanto por la evidente falta de líderes políticos sólidos y solventes, como por el descrédito de muchas de sus otrora influyentes instituciones a manos de la ideología woke, -tales como sus universidades o el propio Hollywood-, van dejando un vacío cultural que lógicamente lo van ocupando nuevos referentes que, con frecuencia, están canalizados a través de la ONU. Y como hemos visto, no siempre lo hacen con honestidad, amparados en la nebulosa de la burocratiza que elimina responsabilidades personales.
Por todo ello, echo mucho de menos que en nuestros debates políticos, y mediáticos, no dediquemos un tiempo a saber quiénes serán nuestros representantes en las distintas instancias de las Naciones Unidas y, sobre todo, cuáles son sus opiniones para evitar una burocratización que facilita su corrupción.