Los que, al lanzarse al mercado laboral, preparan un currículo saben que deben presentar de forma atractiva sus méritos académicos y profesionales. Saben, también, que no tiene mucho sentido presentar los de los antecesores: las virtudes del abuelo, director de una multinacional, difícilmente persuadirán a las empresas para que contraten al nieto, mochilero eterno en Tailandia. Sin embargo en política esto no es exactamente así: es perfectamente posible vestir una hoja de servicios vacía con los méritos de los padres, siempre que sean de izquierdas. Es más, es perfectamente admisible que los datos sean falsos. Pachi López, incierto portavoz del PSOE en el Congreso, solía detallar en su historial que sus padres eran trabajadores y activistas – cierto, al parecer- y que él mismo había ingresado en el PSOE en la clandestinidad, confiando en que nadie hiciera números y descubriera que se afilió cuando Franco llevaba dos años muerto. También, para enfatizar un presunto sentido de la solidaridad heredado, contaba que su abuelo rescató a los marineros del Bismarck, al que en su historia confundía con un portaaviones y cuyo hundimiento situaba –errando en unas 5.400 millas náuticas- en el Río de la Plata. ¿Era todo falso? Pues sí, pero como diría el propio Pachi ¿a usted qué más le da?
Un valor muy cotizado dentro del currículo de izquierdas fue, durante mucho tiempo, haber corrido delante de los grises, algo que se convirtió en símbolo de la resistencia contra el dictador. Y es que los jóvenes, para bien y para mal, suelen ser la vanguardia de las convulsiones políticas. En la Rusia del siglo XIX -como ejemplo del segundo caso- fueron los que pavimentaron el camino a la revolución bolchevique. Fueron los primeros populistas: creían que había que retornar al pueblo y redescubrir el alma rusa en los campesinos – a los que no habían visto en su vida- para purificar una sociedad corrompida. Lo más curioso es que generaron un intenso complejo de culpa en la sociedad que pretendían purificar, y así cuando en enero de 1878 la activista Vera Zasulich entró en el despacho del jefe de policía de San Petersburgo, y le descerrajó un tiro, fue inmediatamente absuelta -hay que decir que Vera Zasulich además de colérica era mona, como la depuesta Ministra de Igualdad, y eso también ayuda-. Luego los que realmente se animaron a encontrarse con el pueblo no descubrieron el alma rusa por ningún lado, pero en todo caso el activismo juvenil cumplió perfectamente su función principal: el apareamiento. Los estudiantes que protestaban disfrazados de cavernícolas en la universidad de Kazan no consiguieron avances perceptibles en la sociedad rusa, pero sí en su vida sexual y sentimental. Y es que el psicólogo evolucionista Geoffrey Miller considera que el activismo político en las universidades es, sencillamente, un mecanismo de señalización sexual. Una pancarta, un poster del Che Guevara, o una pegatina son manifestaciones similares a la cola del pavo real, y cumplen una función idéntica a la de ésta. «Desabrochad vuestros cerebros y vuestras braguetas», proclamaban significativamente en el mayo francés. En fin.
Pues hoy, en España, muchos jóvenes están de nuevo en las calles, manifestándose contra el intento de trasladar el socialismo del siglo XXI al continente europeo. Así que en este caso tienen razón en todo, en la estrategia de apareamiento y en los motivos políticos exhibidos: no se puede comparar su austera defensa de la igualdad y el estado derecho con inanes propuestas como «bajo los adoquines está la playa». Y algunos empresarios, que son los primeros en detectar los mercados emergentes, ya andan repartiendo hamburguesas y pizzas a los manifestantes. Y mientras tanto Sánchez, que va a lo suyo, ha nombrado Ministra de Infancia y Juventud -¿infancia y juventud?- a la que el mismo día 7 de octubre justificaba la masacre de Hamas. En fin, que los que corrían delante de los grises por las calles grises, añorando los colores de Abbey Road, tenían razón, y sin duda la tienen los que ahora salen a la calle. Y esta es la suprema ironía para los socialistas: ahora los grises son ellos.