Se veía venir. Después de que la pasada semana Jaume Matas hablase para algunos medios de comunicación para intentar lavar algo su imagen pública, el juez Castro ha cuestionado el "uso perverso" del ex president de utilizar mediáticamente el archivo del caso Moreno. La conclusión es muy sencilla: nadie puede cuestionar a un juez, incluso si se equivoca con temas tan absurdos como el supuesto soborno de Moreno a Matas denunciado por un individuo con un importante historial delictivo sobre sus espaldas. Escuché a Matas en varias entrevistas y se limitó a cuestionar a los fiscales por una razón. El mismo tipo que le denunció, recordaba Matas, había presentado anteriormente tres denuncias contra Moreno a las que nadie hizo caso. Al final, y al salir el nombre de Matas, empezó la causa contra el ex president. El asunto es mosqueante y Matas, lógicamente, sacó pecho, y con toda la razón del mundo. A Castro le ha molestado que Matas dé explicaciones -lo que antes le reprochaban algunos medios que no hiciese- y la última providencia es toda una sentencia. Que Matas no hable, no diga nada, que pague la fianza, y que busque lo antes posible un abogado. Si no lo tiene, le asignarán uno de oficio. Esta Justicia da un poco de miedo y cada vez genera más desconfianza. Un acusado, incluso si tiene la proyección social de Matas, tiene que estar calladito y no abrir la boca. En cambio, el juez Garzón sí puede criticar a los magistrados del Tribunal Supremo por imputarle un delito de prevaricación.
