primun non nocere | Jaime Orfila

Amenazas sanitarias

Amenazas sanitarias

En general asociamos la falta de salud a la enfermedad y pensamos que para afrontarla precisamos de la asistencia sanitaria. De hecho, el sistema sanitario es uno de nuestros signos de identidad y una de instituciones mas apreciadas por los ciudadanos.

Determinantes no sanitarios de salud

Sin embargo, las sociedades desarrolladas canalizan los esfuerzos en el mantenimiento de la salud de los ciudadanos desde prismas más globales, relacionados con la prevención de la enfermedad y desarrollan programas de interés general como el control de las enfermedades emergentes y la calidad del medio ambiente.

También se centran en los factores sociales que determinan el crecimiento, la vida, el trabajo y el envejecimiento de la población porque influyen de forma muy importante en la salud colectiva.

Actualmente no solo estamos inmersos en pleno debate sobre la sostenibilidad de la asistencia sanitaria, los propios expertos en salud pública están preocupados por la paralización de sus actuaciones, sino que además la realidad nos demuestra como se acentúan las desigualdades sociales en salud; varios factores  que afectan a la salud de las poblaciones,  conocidos como determinantes no sanitarios de salud, están en franco retroceso.

A pesar de ser muy importantes, tienen menor visibilidad  porque nuestra modelo de sociedad prioriza la información asistencial sobre la preventiva. 

Me estoy refiriendo a la situación del desempleo y al aumento de la población que se queda sin las necesidades básicas cubiertas. Los últimos informes del prestigioso y finiquitado Consejo Económico y Social y del Centre de Recerca Económica (CRE), tras el estudio  de situación, tendencias y evolución de nuestros indicadores económicos,  han llegado a conclusiones en esta misma línea. La actual crisis obliga a la toma de medidas que promuevan la innovación, la productividad, el rediseño de nuestro sistema productivo  y buscar nuevos nichos de mercado.

Porque no nos engañemos, la línea entre la población sin problemas esenciales de supervivencia ya no representa a un porcentaje marginal, es difusa, se traslada y empieza a afectar a sectores asentados en la clase media.

Las conclusiones de los referidos órganos de estudio pueden no compartirse, pero a cualquier dirigente sensato, les darían mucho que pensar. Sigue vigente el aforismo que al político le molesta la información, porque le dificulta la toma de decisiones.

El paro, la peor de las enfermedades

La peor enfermedad actual es, sin duda, el paro.  Es la peor por muchas razones; intrínsicamente la falta de trabajo debilita personalmente al parado, genera pobreza en el entorno, dificultades para el desarrollo familiar y  deteriora las condiciones de vida.

El desempleo afecta directamente a la salud; el porcentaje de parados es alto, porque y no decrece,  afecta en especial a dos estratos de población muy frágiles;  los jóvenes que no encuentran su primer empleo y a las personas que se acercan a la edad de jubilación. La generación mejor formada de la historia, con conocimientos, dominio de los idiomas, y especialización no encuentra su espacio y los mayores de 55 años corren el peligro de darse definitivamente por  amortizados.

Lo dicho, el paro y la exclusión social son dos de las principales amenazas para nuestra salud colectiva.

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