Una de las conclusiones más claras de la presente pandemia de la Covid19 es la imposibilidad de atajar la expansión de la enfermedad mientras no haya un elevado porcentaje de la población con protección inmunológica, lo que se puede conseguir de dos maneras: bien porque una mayoría suficiente de personas se infecte y desarrolle inmunidad, bien porque se consiga desarrollar una vacuna y proceder a la inmunización masiva de todos los habitantes.
La primera posibilidad, dejar que la gente se infecte y consiga inmunidad y, de ese modo, que se acabe produciendo la inmunidad de grupo, cuando el virus ya no circula, o circula poco, se ha revelado inadecuada, puesto que el virus tiene un poder tan elevado de transmisibilidad que se produce un contagio masivo simultáneo, que se traduce en la saturación de los sistemas sanitarios y un número insoportable de fallecimientos.
Es por ello que se ha tenido que recurrir a las medidas de confinamiento, a fin de impedir ese contagio masivo, pero al precio elevadísimo de la paralización de la economía, que tendrá efectos nefastos en el futuro inmediato. Además, el confinamiento consigue reducir el número de personas que se infectan simultáneamente, pero en absoluto detiene la circulación del virus, por lo que se van a seguir produciendo contagios durante meses, o años, lo que va a tener efectos negativos sobre la economía y las relaciones sociales durante bastante tiempo.
La segunda posibilidad es mediante la vacunación masiva, que consiga que la gran mayoría de la población desarrolle la necesaria inmunidad protectora, sin las muertes asociadas a la infección natural. Dicha vacuna, por supuesto, aun no existe para la Covid19, pero existen numerosos grupos en todo el mundo trabajando a marchas forzadas en la investigación y desarrollo de una vacuna eficaz y protectora. No sabemos cuánto tiempo se tardará en conseguirla y si la protección será completa y de larga duración, o incompleta y de corta duración, como en el caso de la gripe, pero sí sabemos que no se podrá controlar con eficacia esta pandemia mientras no se disponga de una vacuna.
Esta epidemia debería movernos a reflexionar sobre la importancia de las vacunas en la prevención de las enfermedades infecciosas. La semana pasada ha sido la Semana Europea de la Vacunación y Semana Mundial de la Inmunización, que bajo el lema 'Prevenir. Proteger. Vacunar' pretende poner de manifiesto el beneficio de las vacunas y, a la vez, el peligro individual y colectivo que supone la renuncia a las mismas.
Las autoridades sanitarias y los gobiernos deberían iniciar una campaña masiva y sostenida en el tiempo de información a los ciudadanos de los beneficios de las vacunas y de desenmascaramiento de las falsedades, mentiras, engaños e infundios de los movimientos antivacunas, a los que se debería considerar auténticos grupos terroristas intelectuales, teniendo en cuenta que su desatino y sinrazón pueden provocar víctimas, dolor y muerte igual que los atentados de las organizaciones armadas extremistas.