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Prefiero la honra

Prefiero la honra

Estos días estamos viendo por la tele un sinfín de actos miserables que buscan destrozar al enemigo político, empresarial, deportivo y familiar. Cuando mis nietos escuchan que me quejo de estas barbaridades, me pregunta el porqué, y yo les digo que por falta de honor, de honradez. Se supone y así lo aprendí, que una persona honrada es una persona recta, decente, sincera, que no miente, que hace el bien y que jamás haría daño a otra para beneficiarse. Me viene a la memoria la sentencia de “Vale más honra sin barcos”. O la frase de Quevedo en la cual advierte que el que pierde la honra por tener el negocio, pierde la honra y el negocio. O la del cantante que no arriesga su cuerda por no arriesgar su vida. La historia nos demuestra que para ser rico hay que tener una gran capacidad de trabajo, mucha inteligencia y poca honradez. El cubano José Martí afirmaba que el hombre que no dice lo que piensa, que lo oculta para no perjudicarse, no es honrado. Este tema me hace recordar una serie de TV de los años de Franco, escrita por Adolfo Marsillach y dirigida por Pilar Miró que contaba la historia de un escritor de novela que quería contar la historia de un vecino que encontró un dinero en la escalera y lo quiso devolver a su dueño. La novela, en la ficción, era cambiada cada semana por la influencia o de amigos progresistas, o vecinos egoístas, por el cura del barrio, por los amigos del bar y hasta por la censura literaria. Al fin, la novela se tuvo que titular La Honradez recompensada, siempre, en España. Marsillach daba estopa a todo quisqui. Desde el régimen, la iglesia, la calle y a los fachas y a los progresistas. De hecho, su ataque mordaz le llevo al ostracismo y dejo de aparecer en TVE. Los progres, justamente los suyos, no le perdonaron que los criticase tan abiertamente. Bueno, pues creo que ustedes ya han llegado a sus conclusiones. La mujer de César no basta con ser horada. Hoy, la honradez ni existe ni se la espera. Nuestra sociedad se basa en la mentira generalizada. Lo que importa es que la gente se crea lo que yo quiero que crea. Y por ende me, vote a mí que soy su salvador. Mentir, acusar, traicionar, vender, agredir, insultar, hasta asesinar, es la norma. No hay reglas, todo vale. Y cuanto más daño se hace al contario mejor. Y si no puede con él, cargará las tintas contra su pareja, sus padres, sus hermanos, sus hijos y contra quien sea, mientras le duela. Esa situación esperpéntica es la que están consolidados nuestros partidos políticos. Desde la extrema izquierda, los separatistas, los nacionalistas, los comunistas, los socialistas, los de centro, los populares y los de Vox. Todos. Ojalá que usted, respetado lector, no se deje llevar por sus simpatías políticas, y defienda sus principios. Recuerde que el pueblo que no sabe detectar la mentira está condenado a ser oprimido por el totalitarismo.

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