Ha terminado la campaña electoral catalana, bronca como pocas, lo cual era de esperar dado el encono cultivado durante meses por los dos bandos en confrontación. Ha habido acritud rayana en el mal gusto, con cortes de mangas, guerras de banderas y excesos de todo tipo. Y con tal nivel, el colofón del Partido Popular no ha podido ser otro que un vídeo de 47 segundos con un buen puñado de dirigentes nacionales chapurreando en catalán.
Era innecesario incurrir en semejante ridículo por mucho que sea lo que hay un juego. Todo el mundo sabe la sensibilidad que existe en el PP catalán y en el nacional por la lengua catalana, lo cual explica que en aquella comunidad autónoma sea una formación absolutamente residual, ampliamente superada en las encuestas por Ciudadanos. Difícilmente se logrará ni un solo voto por más que Mariano Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría, Javier Arenas o Rafael Hernando balbuceen en catalán.
En Balears su anticatalanismo recalcitrante y sus neuras españolistas llevadas más allá de lo razonable les llevó a dilapidar la gestión económica protagonizada por José Ramón Bauzá, en la que hubo creación récord de puestos de trabajo e incremento del PIB, pese a lo cual obtuvieron el peor resultado logrado por esa formación en su historia. Y aún andan preguntándose qué falló.