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Ponga un bolardo en su vida

jueves 24 de agosto de 2017, 22:00h

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Tras los atentados perpetrados la pasada semana en Barcelona y Cambrils, por el método del atropello masivo e indiscriminados con un vehículo voluminoso lanzado a gran velocidad contra peatones, parece que las autoridades públicas se encomiendan a la instalación generalizada de bolardos y jardineras que supongan un obstáculo insalvable para los vehículos. No habían caído hasta ahora del riesgo que se corría, pese a los atropellos terroristas en París, Londres, Estocolmo, Berlín y Niza, pocos meses antes. Ahora, Palma, Andratx o Formentera se aprestan a colocar los famosos bolardos. Pero ni estos elementos garantizan la seguridad al cien por cien, ni cabe encomendarse de forma poco rigurosa a su colocación indiscriminada.

Los hay que reprochan a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que no los hubiese colocado en La Rambla. Pero de no haberse producido la explosión fortuita en el chalé de Alcanar, donde los terroristas esperaban que el explosivo se secase para instalarlo en las furgonetas alquiladas, los planes criminales hubiesen sido mucho más mortíferos y de nada hubiesen servido bolardos ni jardineras.

En estas cuestiones conviene actuar conforme el criterio técnico y profesional de los especialistas en seguridad pública y no para lavarse la cara ante la opinión pública. Además, aventar las medidas de seguridad que se adoptan sin que conste una amenaza directa y constatable, contribuye a aumentar el miedo y la intranquilidad de los ciudadanos. Ni los bolardos eran tan negativos entonces ni ahora son el bálsamo de fierabrás que garantizan que nada pueda suceder.