En un momento de resurgir económico tras ocho años de dura crisis, lo más razonable parece potenciar e incentivar la aparente recuperación económica. A la crisis de los últimos años la acompañó una caída en picado del gasto doméstico porque todos dejamos de salir a cenar, empezamos a reparar los zapatos antes de comprar unos nuevos, y dejamos para más adelante lo de comprar un nuevo traje.
Venimos de un verano de altísimo consumo turístico en el centro de Palma. Los turistas -han sido muchos- se han dejado en comercios y restaurantes más dinero que nunca. Y lo han hecho sin restricciones al tráfico. Ninguna salvo en las últimas semanas el polémico acceso a Antoni Maura desde el mar. Ahora toca que el ejército de turistas se vaya batiendo en retirada para dejarnos la ciudad todita para nosotros. Unos ciudadanos a los que se nos ha contagiado algo de alegría tras una muy buena temporada alta, que aún no se quiere dcar por acabada vistos los registros de reservas para septiembre y octubre.
El caso es que ahora podemos ir más 'sueltos' por Palma. Y, ¿qué se le ha ocurrido al ocurrente Ajuntament de Palma?. Pues poner barreras a la circulación por el centro. Límites de velocidad, ampliaciones de ACIRE, restricciones de aparcamiento....un nuevo mapa de circulación que, en lugar de acercarnos a la tienda, nos aleja de ella.
¿Qué dirán ahora las patronales de comercio, tan contentas con este equipo de gobierno que les regala la prohibición de la competencia de Ses Fontanelles y que no quiere oir ni hablar de ampliar la apertura en festivos? Seguro que los comerciantes encontrarán cómo aplaudir esta, como mínimo, controvertida y nada visionaria decisión del equipo del tripartito que dirige José Hila.