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Políticos disfrazados

viernes 22 de octubre de 2021, 04:00h

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Llega Halloween y todo el mundo se apunta a la moda del disfraz. Los primeros, nuestros políticos, tan aficionados a aparentar lo contrario de lo que son o lo que realmente piensan solo por contentar al auditorio de turno, por postureo o porque el fantasma de la derrota electoral empieza a cobrar vida. Esta semana hemos asistido a varios episodios sonados de intentar falsearse a uno mismo y, con ello, la realidad.

El presidente Pedro Sánchez fue el primero en sumarse a la fiesta de las caretas, autoproclamándose socialdemócrata en el congreso de su partido, en el que, obviamente, fue ovacionado a la búlgara, porque por eso es el que manda. Y no por repetirlo muchos veces delante de un auditorio que aplaude con las orejas todo lo que se diga, uno se convierte de repente en socialdemócrata. Pero el presidente ya ha activado el modo preelectoral y ahora se trata de disfrazarse de centrado y moderado, porque en el centro es donde está la bolsa de votos a conquistar para mantenerse en Moncloa. Lo que pasa es que a estas alturas, Sánchez ya no engaña a nadie y por mucho que se disfrace de socialdemócrata, los hechos y su gestión le sitúan como el secretario general del PSOE más escorado a la izquierda, con políticas intervencionistas, subida de impuestos, desprotección de la propiedad privada, control de la justicia…

El terrorista Otegui también ha sacado su disfraz a paseo. El líder de Bildu que, recordemos, cumplió pena en prisión por colaboración demostrada con ETA, ha elegido el disfraz de ‘pacificador’. Sus declaraciones leídas, sin mirar a la cámara, como el que se siente obligado a hacerlo por compromiso y no de manera sincera, en las que decía entender el dolor de las víctimas del terrorismo y lamentaba que hubiera ocurrido durante tantos años, podían interpretarse como un primer gesto de Otegui y del entorno abertzale. Insuficiente, sí, porque lo que tienen que hacer es pedir perdón de verdad por tanto sufrimiento y colaborar para que se esclarezcan varios centenares de asesinatos. Pero a las pocas horas, el propio Otegui se quitaba la máscara y volvió a mostrar su faz verdadera para imponer su condición para aprobar los presupuestos del socialdemócrata Sánchez: libertad para los 200 asesinos que cumplen sus condenas en la cárcel.

Mientras eso pasaba en clave nacional, el inicio de la semana en nuestras islas nos traía otra avalancha de migrantes ilegales llegados en pateras. Varios centenares de personas, algunos menores de edad, alcanzaban nuestras costas aprovechando la bonanza del mar. En lo que va de año, han llegado a Balears 147 embarcaciones con más de 2.000 personas a bordo. Pero este sigue sin ser un problema para las autoridades, o al menos así se expresaba el ministro Marlaska el pasado lunes. “No hay ninguna preocupación extraordinaria sino un trabajo ordinario en el fenómeno de la migración”, afirmó el ministro peor considerado del Gobierno. Vamos, que no hay nada que hacer, que las mafias seguirán abusando de la necesidad y desesperación de miles de personas, y que seguirá el goteo de migrantes ilegales a nuestras costas porque algo que debería considerarse extraordinario ya se ha convertido en ordinario para la propia administración. Para Marlaska, un disfraz de ‘fantasma’, porque ni está ni se le espera.

Esta semana también hemos tenido el debate sobre el estado de Ciutat en Palma, en el que el alcalde Hila se ha disfrazado de liberal y candidato del Partido Popular, para anunciar que no subirá los impuestos en lo que resta de legislatura. Muy mal lo tiene que ver el titular de Cort para hacer un anuncio de este tipo, a contranatura de lo que ha venido practicando y de lo que sus jefes en Madrid y en Balears defienden. Y es lógico que tenga dudas sobre los resultados de su gestión porque, en los últimos cinco años, Palma ha pasado de ser “el mejor lugar del mundo para vivir”, según la prestigiosa revista The Times, a ser considerada la tercera ciudad de España con peor calidad de vida. Un clasificación basada en la movilidad, la seguridad ciudadana, los servicios de salud y educativos, la oferta cultural, deportiva y de ocio, contaminación y medio ambiente, mercado laboral, coste de la vida, mercado inmobiliario y limpieza urbana. Los propios comerciantes se lanzaban el miércoles a la calle para adaptar uno de los eslóganes del Pacte en Cort y advertir que ‘Palma camina hacia la ruina’, denunciando las políticas del alcalde y sus regidores y, sobre todo, la ausencia de diálogo de aquellos que se disfrazan de apóstoles del consenso y del acuerdo, pero no lo practican.

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