Cuando la clase política todavía no se había repuesto de la noche electoral, algunos medios de comunicación se hacían eco de un rumor que se asumió como verídico: se han recontado más de ochocientos votos con el nombre de Marga Durán tachado y, en su lugar aparecía caligrafiado el del alcalde en funciones, Mateo Isern Estela.
Sin entrar a valorar la oportunidad de suplir al candidato popular a la alcaldía de Palma, ni los verdaderos motivos por los que, hace ocho años, Jaume Matas introdujo a María de la Pau Janer en la candidatura al Parlamento Balear del PP por Mallorca, se hace necesario evitar la manipulación informativa para el desgaste del adversario y que esta pueda enraizarse en la conciencia colectiva como una leyenda urbana, poniendo en valor la máxima atribuida al ministro nazi de propaganda, J. Goebbles, cuando afirmaba que "una mentira repetida mil veces se convierte en verdad".
Al revisar la hemeroteca se puede comprobar que algún tabloide se refería en 2007 a los “miles de votos nulos” escrutados, provocado por la presencia en listas conservadoras de la única escritora mallorquina que ha ganado el Planeta. Un saldo tan elevado como para provocar la pérdida de un escaño que hubiera permitido al ex Ministro de Medio Ambiente revalidar su puesto en el Consolat de Mar (¡qué poco basta para cambiar la historia, con todo lo que comportó ese punto de inflexión!).
Nada más lejos de la realidad: curiosamente, esa convocatoria es la que menos votos nulos en la circunscripción de Mallorca ha producido en nuestros 32 años de autogobierno. Menos papeletas rechazadas en mayo de 2007 que en todas las citas electorales anteriores, pero aún menor cuantía que los comicios posteriores: cuatro años más tarde se multiplicó por 3,5 veces los sufragios declarados nulos y este pasado domingo hubo 2.600 votos desestimados más que entonces, para idéntica representación territorial y con una participación aún menor. Al margen de esta explicación razonada y si nos atenemos a la Ley d’Hondt, en vigor para la distribución de actas de diputado, el PP hubiera precisado 2.800 votos más para quitarle un escaño al PSIB-PSOE, que le hubiera permitido conseguir la mayoría absoluta. Aunque todos los votos rehusados hubieran sido rechazados por haber tachado el nombre de Janer, la candidatura popular precisaba para obtener el vigésimo escaño ¡900 votos más que todos los que fueron rechazados!
Este sería el antecedente más relevante de infundio en las elecciones territoriales, pero este año hemos repetido con fortuna el experimento en las municipales de Palma. Bastaba que un “hoax” en las redes sociales calara en la opinión pública, para que pocos cuestionaran el efecto que produjo el forzado desahucio de Isern del consistorio palmesano en el plebiscito local. Cerca de un millar de papeletas se habían despreciado por enmiendas a su contenido, según se oía en mentideros y salas de espera, recogido por los digitales y algún rotativo más. Si tenemos en cuenta que hace un cuatrienio los votos nulos en la capital fueron 2.136 y en esta convocatoria lo han sido solo 1.985, no se sostiene el mensaje por ilógico y desleal. A falta del balance definitivo, un 0’16% menos de votos anulados no sostienen las tesis esgrimidas por los fabuladores. Una disminución matemática que no explicaría el fenómeno social que se pretende amplificar, más aún porque nulas son todas las papeletas con marcas, ralladuras o simplemente duplicadas con distinta lista, sea cual sea el sentido que exprese el contenido del sobre blanco en el que los electores introdujeron su veredicto.
Los datos son inapelables, pero la legislación electoral resalta más la evidencia de esta inverosímil afirmación, fundamentalmente porque es imposible que pudieran fotografiarse o sumarse los votos nulos con las tachaduras, al margen de que las instantáneas en este sacrosanto recinto democrático precisan de autorización previa. No conviene olvidar que, tras el recuento que se celebra en cada mesa de los colegios electorales, los votos nulos o que están sujetos a reclamación son los únicos que no se destruyen, porque se remiten a la Junta Electoral de Zona para que puedan analizarse en caso de impugnación. Siquiera en las actas que firman los presidentes de mesa se recoge el motivo de la anulación, quedando pendiente cada sobre del posible recurso posterior. Solo los que queden sujetos a verificación ante la Junta se revisan. El resto se incineran, como todo el resto de opciones impresas.
Así pues, una papeleta o varias que nunca estuvieron dentro de la urna o la presunta creatividad de quien quiere apoyar su estrategia a toda costa, pueden desatar un malentendido social que puede perdurar y tomar cuerpo de noticia. Es suficiente castigo perder cerca de treinta mil respaldos de la ciudadanía sin que sea preciso difundir una calumnia que siquiera beneficia a quien se pretende valorar; ni perjudica, aún más que la propia derrota, al que se quiere desacreditar.
