Hace tiempo que la razón dejó de importar en la política. En un año y medio de pandemia en el que se ha paralizado la actividad social y económica, el legislativo se ha mantenido hibernado, el poder judicial intervenido y el ejecutivo dividido, mientras el país se ha empobrecido y endeudado.
La tradicional acción política de gobierno - oposición se ha desdibujado. Se ha dado paso a un gobierno que ha basado sus actuaciones en hacer oposición a la oposición y en activar una enconada lucha en el seno del propio ejecutivo. ¿Quién lo iba a decir? Casta contra casta.
Lo miremos por donde lo miremos el papel de Podemos como aglutinador del radicalismo de izquierdas, representado por Iglesias, hasta su aburguesamiento y fuga, se ha centrado en confrontar para imponer.
La simulación de diálogo con los independistas, es, en realidad, un ejercicio de recíproca muleta, que ha llevado a la confrontación entre comunidades autónomas y con poco animo de entendimiento.
De hecho la diada de Catalunya, que se celebra hoy, es más bien un ejercicio de nostalgia sin hoja de ruta y con los socios divididos.
Que les voy a contar que no sepan. Hasta las inversiones comprometidas se convierten en papel mojado. La medioambientalmente inviable propuesta de ampliación del Aeropuerto del Prat por parte del Gobierno de España termina con la división dentro del propio gobierno, con diferencia insalvables entre los socios-muleta y con los independentistas tirándose de los pelos.
Los problemas de los ciudadanos han pasado a un segundo lugar. Sirva como ejemplo el desorbitado aumento de la factura de la luz fruto de una política energética desnortada de la que todos hablan pero nadie interviene y la instrumentalización de una falsa denuncia de una agresión homófoba como ariete contra la oposición.
No es de extrañar que los ciudadanos tomen buena nota de tanto despropósito. Siempre les quedará Tezanos.
Buen finde.