Poesía y cantautores

EMILIO ARTEAGA. El pasado viernes 19 de abril el departamento de lengua rusa de la Escuela Oficial de Idiomas organizó una velada de poesía rusa en la librería Literanta. La lectura corrió a cargo de los alumnos de los distintos cursos del departamento, encomendados de antemano a la clemencia del espíritu de Pushkin para que fuera comprensivo con nuestra osadía. Creo que la cosa no salió del todo mal y pienso que ni Pushkin, ni Tolstoi, ni Gogol, ni Chéjov se habrán revuelto en sus tumbas, más bien habrán esbozado una sonrisa benevolente.

El evento se centró en la poesía de Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva, las dos poetisas más importantes del siglo veinte en lengua rusa y de toda la literatura rusa en general. Ambas vivieron unas vidas llenas de desgracias y desastres, personales y familiares. Casi estrictamente coétaneas, Ajmátova nació en 1888 y Tsvetáieva en 1892, las dos en familias burguesas acomodadas, tuvieron infancias no especialmente felices y empezaron a escribir poesía muy jóvenes, topando con la oposición de sus progenitores. De hecho Ajmátova, que se llamaba en realidad Gorenko, tuvo que cambiar su apellido ante la intransigencia de su padre y adoptó el de una antepasada tártara y la madre de Tsvetáieva desaprobaba su querencia por la poesía y quería que su hija se dedicara a la música. Con la llegada de la revolución de 1917 las cosas no hicieron sino empeorar. Detuvieron y fusilaron al primer marido de Ajmátova, internaron al tercero en un campo de trabajo, en el que murió de consunción y su hijo fue deportado a Siberia. Su poesía fue sometida a la censura y al boicot por parte de las autoridades y tuvo serias dificultades de subsistencia. Hasta unos años después de la muerte de Stalin no conoció una cierta estabilidad, aunque siempre en condiciones precarias. Solo tuvo reconocimiento oficial y una mejora de su situación en los últimos años de su vida. Murió de un infarto en 1966.

Aún más trágica fue la suerte de Tsvetáieva. Su marido, militar, se unió al ejército blanco, por lo que finalmente tuvo que exiliarse. Ella se vio obligada a permanecer, prácticamente en la miseria, durante 5 años en Moscú, donde su hija pequeña murió de inanición. Finalmente consiguió también exiliarse junto con su otra hija a Berlín y reunirse con su marido. Vivieron en Berlín, Praga y París y tuvieron otro hijo. A lo largo de su vida tuvo diversas historias amorosas, algunas lésbicas, la mayoría acabaron mal y fueron deteriorando su relación con su marido y su hija mayor. El marido acabó haciendo de espía para el NKVD, el servicio de espionaje soviético precursor del KGB, y poco antes de la segunda guerra mundial regresan a la URSS, primero la hija mayor, luego él, luego ella con su hijo. Al principio de la guerra el marido y la hija son detenidos acusados de traición. A él lo fusilan, a la hija la envían a prisión. También detienen a su hermana con la que, a pesar de que sobrevivió, ya nunca se volvieron a ver. A ella y a su hijo los trasladan a Yelábuga, en la república de Tartaristán, donde viven en la miseria más absoluta y las autoridades se niegan a proporcionarle la más mínima posibilidad de conseguir un medio suficiente de ganarse el sustento. Acaba suicidándose en agosto de 1941, aunque hay versiones de que en realidad fue ejecutada, o inducida al suicidio, por agentes del NKVD.

A pesar de su vida llena de desgracias, la poesía de Marina Tsvetáieva expresa una voluntad firme de vivir, de amar y de escapar de la realidad opresiva que le rodeaba. Hay constantes referencias al alma, al espíritu de las personas, que no puede ser apresada ni encarcelada, vuela libre y nos transporta a donde nos lleven nuestros pensamientos y también referencias a los pájaros, que con sus alas pueden siempre escapar de la tiranía de la gravedad y surcar el cielo siguiendo las rutas invisibles de los vientos.

En los años 60 y 70 del siglo pasado la poesía jugó un papel muy importante en la revolución social y política que se produjo en los países occidentales, especialmente en forma de canciones en las que los cantautores musicaban poemas, propios o de otros poetas. Muchas de sus canciones tenían una intención social o política, más o menos explícita. Se reivindicaron cambios sociales que rompieran con las convenciones vigentes, con la moral hipócrita imperante, se reivindicó, entre otros temas, la libertad sexual, la igualdad de la mujer, se protestó contra la guerra, con la guerra de Vietnam como icono y paradigma y, en definitiva, se demandaba libertad individual y colectiva, el fin de todo tipo de discriminación, el cese de la explotación de personas, el cese de las guerras, el desarme nuclear y el desarrollo de nuevos paradigmas en las relaciones personales, sociales y entre los países. En España se reivindicaba además el fin del criminal régimen dictatorial franquista y se aspiraba a la democracia y la entrada en las estructuras políticas europeas, especialmente en la entonces denominada Comunidad Económica Europea, hoy convertida en la Unión Europea, y en los territorios del estado español con identidad nacional específica se defendía dicha identidad y la lengua y cultura propias, así como la exigencia de autonomía política. Así surgieron, entre otros muchos, Woody Guthrie, Joan Baez, Bob Dylan y Leonard Cohen en el mundo anglosajón; Luis Eduardo Aute, Paco Ibáñez y Javier Krahe en España; Benito Lertxundi y Gorka Knörr en Euskadi; Raimon y Ovidi Montllor en el País Valencià; Lluís Llach y Ramon Muntaner en Catalunya y Guillem d'Efak y Maria del Mar Bonet en Mallorca.

Pero ahora serán necesarios poetas y cantautores nuevos, que comprendan y descifren la situación presente. A nivel global, los problemas actuales se centran en la catástrofe ecológica que se podría derivar, en pocos años, de la hipercontaminación, la superpoblación, el cambio climático, la destrucción de la capa de ozono, el agotamiento de los recursos naturales y las crisis energética, sin que hayan desaparecido, de hecho han empeorado, los problemas de hambre, miseria y explotación y tráfico de personas, con nuevas formas de esclavitud. Tampoco han desparecido las guerras, al contrario, hay no menos de treinta conflictos regionales crónicos, muchos activos intermitentemente. Tampoco ha desaparecido el riesgo nuclear, ni la discriminación de la mujer, ni la de los homosexuales, ni la corrupción política, ni prácticamente ninguno de los problemas de entonces, pero el principal problema actual es, probablemente, el de la sustitución de la economía productiva por la economía especulativa, que ha llevado a la concentración de cada vez más riqueza en cada vez menos manos, con el consiguiente perjuicio para la mayoría de los ciudadanos y que está en el origen de la actual crisis económica. Los nuevos cantautores deberán denunciar la connivencia y el servilismo de muchos políticos, especialmente, en lo que a nosotros nos afecta, los europeos, con las corporaciones financieras y empresariales; también en España, ya que ahora tenemos un sistema político formalmente democrático y ya formamos parte de la UE. En el caso de los territorios del estado español con identidad nacional diferenciada, por desgracia, deberán seguir incluyendo la defensa de dicha identidad y de la lengua y cultura propias, así como la del derecho político a decidir nuestro futuro.

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