De acuerdo a los Acords pel Canvi suscritos entre PSIB, Més y Podem, a la formación morada le corresponde ocupar la presidencia del Parlament de les Illes Balears, un puesto protocolario carente de poderes ejecutivos o decisorios autónomos. Ni eso ha sido capaz de gestionar Podem al designar a Xelo Huertas, diputada a la que ha expulsado de su formación y de su grupo parlamentario sin que la opinión pública sepa aún muy bien por qué.
Es natural que ahora el PSIB y Més muestren sus reservas porque Podem decida quién de entre sus ocho diputados ha de ocupar tan relevante cargo, porque no quieren verse en parecida situación a la atravesada con Huertas. Pero Podem, en boca de Laura Camargo, defiende su derecho a designar a Balti Picornell, con lo que demuestran no haber aprendido nada de esta inédita y brutal situación. Picornell es un diputado más de los 59 que se sientan en los escaños de la sala de las cariatides del antiguo Círculo Mallorquín. Pero para ocupar la presidencia se requieren otras cualidades que el joven parlamentario no reúne a luces vista.
Ocupar la segunda autoridad de la comunidad autónoma requiere reunir una serie de cualidades y asumir una posición que Picornell no demuestra tener. Hay que acudir a actos institucionales y cumplimentar a otras autoridades del Estado con los que se hace difícil que Balti pueda coincidir.
La presidencia del Parlament implica renunciar en parte a las propias siglas para asumir y acoge a todas las que están presentes en el Parlament. Y Picornell no parece preparado para esa tarea. Confiar en él es pedir un ejercicio de fe o de ciega confianza que PSIB y Més ya hicieron con Huertas, con el resultado por todos conocido. Ahora Podem no puede pretender que los demás partidos de izquierda incurran en el mismo error, que les desacreditaría a todos.