Y menos mal que Eneko Capilla, en el minuto 74 y solo delante de Santamaría, se entretuvo lo suficiente para permitir que Pleguezuelo malograra in extremis lo que no solo habría supuesto la derrota, sino la firma y rúbrica del descenso.
Pocas veces se sale con la suya aquel equipo que sale a por el empate. Pero ante el Mallorca de siempre, todo es posible y el Numancia se llevó un punto que, salvo hecatombe, garantiza esa permanencia que a los de Sergi se les complica por deméritos propios. En parte porque se lo ha ganado a pulso durante toda la temporada y de otro lado porque la épica no es una táctica a considerar aunque uno carezca de recursos propios. Lekic, Dalmau y Pol Roigé desde luego no lo son.
El visitante numantino tenía poco que ver con el Almería de hace una semana. Repetir experimento con un doble pivote defensivo, con Alex Vallejo incrustado no pocas veces entre los centrales, no parecía más aconsejable que introducir alguna dosis de creatividad para alimentar a Brandon o Lago Junior con algo más que balones al hueco para explotar su velocidad. Si había algún partido para Culio o Juan Domínguez era este, pero el primero no salió del banquillo y el segundo ni siquiera estaba en la convocatoria. Pocos y malos mimbres para tejer un cesto.
El partido fue un monólogo inútil, como ha sido la eficacia ofensiva de los bermellones durante toda la temporada ante la indiferente mirada de sus dueños y la incapacidad de sus gestores. Si, un dominio territorial ficticio que moría en el área enemiga donde ni siquiera los “¡uys!” soslayaban el desencanto. Y eso que la zaga soriana no es la del Juventus. A todo eso la nula ambición del contrincante evitó un resultado peor, sin embargo el peligro es algo más que inminente a tenor de la victoria del Gimnástic y pese a la derrota del Alcorcón.