Parlament con sabor a despedida

Contemplé el comúnmente denominado debate sobre el estado de la autonomía y francamente, después de ver y escuchar sobre todo entre líneas, prácticamente todas sus señorías rezumaban despedida. En la bancada de la derecha no tanta, pero también había.

Algunos de los diputados metidos en sus cosas: ordenadores, tablets, teléfonos móviles, y otros, procurando hacer mucho ruido y con la intención, a mi parecer, de hacer méritos ante su propio partido.

Pero lo que más llamó mi atención fue la sensación a despedida y  la sensación que muchos tienen de que la próxima legislatura nada tendrá que ver con esta o con otras anteriores. Son conscientes de que habrá cambios y algunos lo admiten en sus intervenciones, pero también y ello no lo dicen, les causa incertidumbre.

¿Y por qué incertidumbre?, porque no saben si podrán gobernar aunque sumen con otras  fuerzas políticas afines. A mí me ha causado cierto mal sabor de boca, porque la incertidumbre que destilaban las intervenciones no hace presagiar nada bueno. Para la izquierda, la derecha no volverá a tener la mayoría absoluta y eso en condiciones normales suponía, hasta ahora, un gobierno de izquierdas sumando todo lo que no era derecha.

Pero, ¿y ahora? Ah, no se sabe. Las encuestas dicen que irrumpe otra fuerza política que, porque nos vamos a engañar, preocupa y mucho a la izquierda y a la población en general, aunque no a toda. Y en menos medida a la derecha. Esta irrupción es la causa de la incertidumbre: ¿Qué va a pasar?, ¿será el fin de la hegemonía de la izquierda tradicional?, ¿viene un cambio de régimen?, ¿la izquierda podrá gobernar?, o ¿la derecha sin mayoría absoluta tendrá que gobernar en minoría por falta de acuerdo entre la amalgama de izquierdas? (posibilidad nada descabellada).

En fin, esta sensación he tenido después de contemplar el debate todo el día, siendo consciente que era de las pocas personas que ha dedicado gran parte de la jornada a seguir la sesión. La distancia, por desgracia, entre instituciones y población cada vez se hace más grande y nadie le pone remedio y ello es preocupante.

Es cierto que vienen nuevos tiempos o nuevos partidos a los que la mayoría de personas no acaban de ver con confianza y también es cierto, que hay muchas cosas que deben cambiar, no podemos permitirnos el lujo que vuelvan a suceder historias como los casos de corrupción. Hay que invertir más en educación, nuestros jóvenes tienen que salir preparados de las universidades, sí, de todas las universidades y de todas las especialidades y sí con cuantos más idiomas mejor.

Hay que apostar por el futuro, hay que poner las luces de larga distancia, las de posición o las cortas ya no sirven en pleno siglo XXI, el plazo corto ya no se estila y tenemos ejemplos variados.  Los que pedían o imploraban un Palacio de Congresos ahora pasan de él, los que dicen que crean puestos de trabajo y casi no llegan a ser puestos, sino solo trabajo y a qué precio, son ejemplos que esta sociedad ya no aguanta y necesita otros cimientos que entre todos se deben rehacer. Sin prisas, pero sin pausas, pero para ello  se necesita preparación, amplitud de miras,  vocación de servicio y mucho raciocinio  y generosidad, de lo contrario estamos abocados a más de lo mismo y quedar anclados en un pasado sin tren al que subir: es el miedo que sobrevolaba el Parlment el martes 21.

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