No hay comunicado del equipo de gobierno del Ajuntament de Palma que no nos de la murga con que se pretende que sea una ciudad sostenible y amable, palabras muy bonitas pero que uno no alcanza a comprender qué significan y aún menos cuando las utiliza un gobierno tripartito arrogante y de contrastada ineptitud que ha logrado convertir esta urbe en un adefesio irreconocible, una calamidad estética plagada de grafitis y suciedad en todas partes, un caos circulatorio peligrosísimo para los peatones y triturador de las pocas iniciativas que intentan hacer de ella algo bonito y especial como el Hotel Artmadans con el mural en su fachada de José Luis Mesas, que Cort combate con saña inexplicable.
La última actuación que acaba de finalizar ha sido la reforma integral de la calle General Ricardo Ortega, desde Avenidas hasta Joan Alcover. Nuevo pavimento, un nuevo tramo de carril bici, nuevo alumbrado público, eliminación de barreras arquitectónicas, etc. Incluso un sistema pionero (si algo que se haga no es pionero en cualquier nimiedad, no es digno de ser ni anunciado) de sensores para regar los árboles cuando les falte agua. Todo para hacer de Palma una ciudad más sostenible y amable. Pero en los 6.246 metros cuadrados que han sido objeto de reforma integral no encontré ni un triste banco o una sencilla silla para que mi madre de 81 años pudiese sentarse tras caminar los 150-200 metros que es capaz de deambular de un tirón sin necesidad de detenerse. Después de esa distancia hay que pararse y si te quieres sentar, pues al bar o en el suelo. Así de sostenible y amable es la ciudad que están diseñando para los palmesanos el orfeón de inútiles que gobierna Cort, que ni aquello fácil que se proponen son capaces de culminar exitosamente y sin decepcionar a los vecinos que pagan sus caprichos.
En nuestro paseo de inspección estuvimos a punto de ser atropellados por un patinete que circulaba a toda velocidad por la acera y eso que en la acera contraria hay un flamante nuevo carril bici. Esto demuestra que por más carriles especiales que se construyan, los usuarios de estos artilugios están convencidos de poder circular por donde les venga en gana y que esa errónea percepción sólo podrá modificarse a base de actuaciones contundentes y diarias, no excepcionales y puntuales, de la Policía Local a base de controles generalizados que culminen con las denuncias necesarias. Porque el problema no es si van con chaleco o no, que es lo que ahora se denuncia, sino cómo circulan y por dónde. Pero como Palma es ahora una ciudad amable, cabe puntualizar que la amabilidad la reserva para los conductores de patinetes y bicicletas, los únicos que merecen cierto respeto y atención por parte del equipo de gobierno de José Hila, el alcalde socialista que más está trabajando con determinación para que el PSOE se vaya a la oposición en Cort y en el Consolat de Mar. Ojalá lo consiga y en esto sí tenga éxito.