Otro capítulo de la historia de IB3: ayer por la mañana, los socialistas y nacionalistas rechazaron a Jacobo Palazón como nuevo director general de la casa, de forma que el ente público, que cada día nos cuesta 155 mil euros, sigue sin dirección, a la espera de que los políticos se pongan de acuerdo. La izquierda adujo que Palazón no ofrecía suficientes garantías de imparcialidad y de profesionalidad, pasando la pelota al tejado del Govern. Nombrar al director de la televisión pública, cuando se acaba de llegar al poder y no hay un pasado que provoque suspicacias, es siempre un tema menor, regulado por Ley, que no debería haber distraído la atención de nadie ni un minuto. Pero, sin embargo, aquí se está convirtiendo en una cuestión incómoda para el Gobierno, muy especialmente para sus votantes que hacen un razonamiento muy simple: hemos votado PP, tiene mayoría absoluta, entonces ¿por qué no nombra de una vez al director? ¿Por qué el PP no dice a quién quiere como director? ¿Qué demonios está pasando que parece que fuera la oposición la que mandara? Y, para colmo, los nombres circulan y circulan, sin que nadie se explique qué sucede. Aquí el Govern -o su grupo parlamentario, tanto da- debería haber hecho una lista, después debería haberse reunido con la oposición, y tras negociar privadamente, salir de allí con el acuerdo. Si no hubiera consenso, pues deberían salir diciendo que el Govern propone a esta persona y como la oposición no lo aprueba, en seis meses será votada en el Parlament con mayoría simple. ¿Cómo queda ahora Palazón, de quien una parte del Parlament dice públicamente que no ofrece garantías ni de imparcialidad ni de profesionalidad? ¿Por qué ese hombre tiene que estar sometido a este trago, cuando a nadie le consta que él se hubiera postulado para ocupar cargo alguno?
