Otoño en primavera

EMILIO ARTEAGA. En estos días de primavera transmutada en otoño parece que los dioses del clima se están dejando llevar por la melancolía, quizás debido a la acumulación de noticias descorazonadoras que nos viene afligiendo desde hace tiempo, pero que en estos últimos días nos está sometiendo a una auténtica lluvia fina continua de novedades deprimentes lo que, junto a las inclemencias meteorológicas, pesa como una losa en el ánimo de las personas y hace más profunda la desmoralización colectiva que venimos padeciendo en los últimos años.

Tradicionalmente la primavera es una estación alegre. Desaparece el frio del invierno, la temperatura se torna suave y agradable, las plantas florecen, los árboles caducifolios sacan las hojas nuevas, el campo se vuelve verde, los días se alargan y son más luminosos, los biorritmos se desperezan del letargo invernal y la economía y el empleo mejoran con el inicio de la temporada turística. También es cierto que es una mala temporada para los alérgicos, debido a la presencia masiva de polen en la atmósfera, pero ello no empece que el ánimo colectivo se torne más alegre y optimista.

Pero eso era antes. Antes de que la maldita crisis económica se lo llevara todo, o casi todo, por delante. Ahora no hay ánimo que resista el aluvión de desgracias que se nos viene encima un mes sí y otro también. El paro ha llegado al 27 % de la población activa, más de seis millones, es de casi el 60 % entre los jóvenes, la economía se contraerá el triple de lo previsto por el gobierno, el déficit público de 2012 ha llegado al 7 %, muy por encima de lo previsto y del objetivo “obligado” por la UE, o la Troika, o vaya Vd. a saber, y es de más del 10 % si se incluye el rescate bancario. Y mientras tanto, nuestro presidente del gobierno lo único que tiene que decir es pedirnos paciencia y afirmar, contra toda evidencia, que el gobierno sabe lo que hace. Es decir, que un gobierno que ha fallado en todas sus predicciones, que ha conseguido empeorar todos los indicadores económicos, que ha hecho una reforma laboral con la que ha conseguido batir todos los récords de paro, que gobierna por medio de decretos-ley, que ha llevado a la sanidad y a la educación públicas al límite del desmoronamiento, que tiene la atención de la dependencia en la UVI, que ha rebajado las pensiones, que ha rebajado los sueldos de los empleados públicos, que ha subido todos los impuestos, que ha creado tasas nuevas, que ha subido las matrículas universitarias, que ha disminuido o eliminado todo tipo de ayudas, que no es capaz de encontrar, o no quiere, una solución digna al drama social de los desahucios, ni al drama, y quizás estafa, de las preferentes, que ha instaurado el copago farmacéutico para los pensionistas y ha subido el de las personas activas, que está a punto de introducir una reforma regresiva en la ley del aborto, etc., según el presidente sabe lo que hace.

Y mientras tanto, los ciudadanos hemos de tener paciencia y padecer las consecuencias de la sabiduría del gobierno. Las listas de espera en sanidad se alargan cada vez más, en algunos casos hasta límites que, si no fuera por las graves repercusiones para la salud, serían hasta chuscos, la educación pública para nuestros hijos, o nietos, se deteriora y masifica, se reducen o eliminan las ayudas para libros, las becas para comedor, mientras, eso sí, se conciertan colegios religiosos segregacionistas, la universidad se torna económicamente inaccesible para muchas familias, muchos ciudadanos desisten de acudir a los tribunales para reclamar sus derechos porque no pueden, o no les sale a cuenta, pagar las nuevas tasas, los jubilados ven sus pensiones rebajadas, de momento por la vía de la no actualización, en el futuro quizás rebajas puras y duras, y, en definitiva, se va desmantelando todo el entramado del estado del bienestar y, para más inri, habiéndose incrementado desaforadamente la presión fiscal, es decir pagamos más, mucho más y recibimos menos, mucho menos y, claro, se nos queda cara de tontos.

Y ¿hacia donde vamos?. Podemos mirar hacia Portugal y hacia Grecia y hacernos una idea. ¿Que no vamos a llegar a los extremos a los que están llegando ellos?, quizás no, aunque no apostaría, pero por ahí andaremos.

Esperemos que los dioses del clima abandonen la melancolía y acaben pronto con estos días otoñales, para que la vuelta del sol, la luz y el buen tiempo de la primavera, aunque sea lo único, nos levante un poco el ánimo, que bien necesario será para afrontar las consecuencias del “savoir faire” de nuestro gobierno.

 

 

 

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